Llega uno al pueblo y se encuentra con su
gente amable. Gente callada en apariencia pero que te saluda con amabilidad. Te
dan sus manos callosas por el frío. Una vez
que uno entra en confianza ya no son tan
callados. Te hablan de su vida, de sus recorridos en el páramo, de las truchas, de las
vacas y también del fútbol. Hasta te hacen
chistes.
Si el día está despejado, roza lo espectacular. El cielo azul contrasta con el verde de
los bosques. Pero si llueve es fastidioso. Y
muy frío. Cae esa lluvia finita que parece
que no moja pero luego te das cuenta que
tienes la ropa hecho sopa.
Aunque no se ven mucho a menos que
camines por hora en los páramos esta es
tierra de osos y tapires, de cóndores y
pumas, de curiquingues y de venados. Y
como decía es una tierra de misterios y leyendas. Por ejemplo, poca gente sabe que
la venerada virgen de El Quinche que tanta devoción genera, fue primero la virgen
de Oyacachi. Aquí estuvo varios años. Sin
embargo, dicen la historia popular que un
día llegó un párroco de El Quinche y al ver
que la gente tenía a la virgen junto a unas
cabezas de osos a quienes también veneraban se enfureció y se llevó a la virgen.
Otra historia relacionada cuenta que Oyacachi era un lugar plano, pero que como la
comunidad se portó mal, la virgen al irse
lanzó una maldición y la tierra se arrugó y
se transformó en la serie de valles y montañas que es ahora.
También circula con frecuencia la historia
de Juan Oso, el hijo de un oso y una mujer que mató a su padre para escapar de
la cueva donde su padre los tenía encerrados. Y muchas otras historias donde son
protagonistas los lobos, los conejos, las
montañas y seres fantásticos.
La magia de estos sitios no es el paisaje o
su gente. Es la combinación de ambos y
esa relación centenaria o milenaria de los
pueblos arraigados a la tierra.
39