Saville llegó a Manabí entre 1906 y 1908, fue el primer
arqueólogo que estudió a profundidad los vestigios
de la civilización manteña, gran conocedor de las crónicas de indias y de sus escritos sobre lo que encontraron, específicamente cuando desembarcaron por
primera vez en estas tierras. Realizó numerosas excavaciones siendo una de las más grandes la de Cerro
Jaboncillo, aunque también estuvo en lo que ahora
es el Puerto de Manta, avanzando hasta El Aromo
y sus alrededores. Como resultado de todas estas
exploraciones se juntaron 2.181 piezas manteñas, las
que en la actualidad se encuentran custodiadas en el
Museo Nacional del Indio Americano, que forma parte del Instituto Smithsoniano en Washington.
En su libro, recientemente traducido al español, Las
Antigüedades de Manabí, Saville describe sus descubrimientos y une todo lo que los cronistas españoles
escribieron sobre la gente que habitaba estas tierras,
sus creencias, costumbres y formas de vida.
Como resultado de las investigaciones de su primer
viaje, Saville afirma que este centro de cultura fue
visitado por los Quechuas del Perú, junto con otros
centros de cultura de los Andes. Los pozos, las ruinas, las sillas de piedra, la concha Spondylus, encontradas en Cerro Jaboncillo, Cerro de Hoja, Agua Blanca y en los puertos naturales como Jocay, López Viejo
y Colonche ponen en evidencia el desarrollo que esta
cultura tuvo en muchas áreas, tales como la agrícola,
la comercial, organización política, división jerárquica y como expertos navegantes. Los cronistas también los describen como un pueblo con costumbres
poco tradicionales, pues practicaban la reducción de
cabezas, sacaban el pellejo de sus enemigos y los colgaban a la entrada de sus templos, adoraban a una
esmeralda de gran tamaño y practicaban la sodomía.
Hasta esta época los estudios de Saville y posteriormente Emilio Estrada y Jijón, han contribuido a conocer un poco más sobre los antiguos habitantes
de Manabí. Recientemente con las investigaciones
y excavaciones realizadas en Cerro Jaboncillo, se corroboraran estas investigaciones, pero el legado de
los Mantas está presente en las nuevas generaciones. Comunidades como Picoazá, La Pila, Charapotó
y más al sur El aromo y Ligüiqui siguen conservando
muchas tradiciones que forman parte de su cultura;
su comida, las fiestas religiosas, elaboración de cerámica, tallado de piedras, la navegación y la pesca.
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