Revista Caminantes 002 - Septiembre 2014 | Page 20

A 20 minutos del centro de Guayaquil Digamos que siempre me gustaron los animales. Pero una pasión específica por proteger la naturaleza no tenía. Y un día un amigo me invitó a apoyarlo en un censo de monos. Él tenía que hacerlo para una clase de la universidad y necesitaba gente para acampar en el bosque. Yo apenas había dormido en carpa en la finca de mis tíos a unos metros de la casa. Esa era toda mi experiencia salvaje. Pero algo me hizo decir sí. Así que un día me vi embarcado en un carro que me llevó a la entrada de la quebrada Gallegos. Ahí nos bajamos con mi amigo. Y lo que nos recibió fue un sitio con una vegetación espinosa y enmarañada. En que me he metido me dije. Pero ya estaba ahí así que a rastras y cortando ramas con un cuchillo avanzamos. Unos cinco minutos después, empezaron a llamarnos. La gente del carro se dio cuenta que nos habían dejado en el lugar equivocado y que unos metros más adelante estaba la verdadera quebrada que era mucho más ancha que el sitio donde estábamos y en la cual se podía caminar tranquilamente. Recorrimos la quebrada y cuando empezaba a oscurecer buscamos un sitio para acampar. Y decidimos hacerlo en la quebrada mismo. Sin carpa. Solo pusimos algo en el piso para amortiguar la piedra y ahí dormimos. Tremenda experiencia para alguien como yo que no había estado tan cerca de la naturaleza. Recuerdo que una de las cosas que más me impresionó de esa noche fue el ruido del bosque. Se engaña quien piensa que el bosque es un lugar silencioso. Más bien todo lo contrario. Siempre hay muchos sonidos. Registramos una tropa de monos que nos despertó en la madrugada y salimos a media mañana. Yo me sentía pletórico. No fue gran cosa pero yo me sentía un superviviente. Era 1992. Y esto era el Bosque Protector Cerro Blanco. Cerro Blanco se conoce a las montañas que son el inicio (o el final) de la cordillera Chongón Colonche que atraviesa las provincias de Guayas, Santa Elena y Manabí. No son cerros muy altos. La cumbre más alta no llega a los 600 metros. Sin embargo, lo impresionante de estos cerros es la diversidad que se encuentra en los ecosistemas asociados. En la parte baja tenemos bosques secos. Pero a medida que uno va subiendo en la montaña, la vegetación cambia y tenemos algo que algunos llaman el bosque de garúa. O también podemos ir por las quebradas donde la vegetación también es húmeda. En algunos lugares predomina el ceibo, en otros el pijío. Y los acompañas muchas especies como el guayacán, el fernán sánchez, el algarrobo, los matapalos, el laurel, la jigua y 700 especies más. Además, están los helechos, los musgos, las bromelias y las orquídeas. 20