ISMA - Instituto Superior Marista A-730
Aula Magna Nº 17
contar sus cuitas. Mientras pego la oreja y saboreo el mate, hablo con Dios y le digo: viste, qué gente sencilla; •enen su biogra•a
escrita en la cara. Recibe su sudor, alivia su pobreza. Antes de par•r, Zoilo, el sordo, me dice: Padrecito una bendición pa nosotros
y los nuestros. Los bendigo y alegre voy rezando unas avemarías a la Virgen por esta gente criolla, noble y trabajadora.
Subo el repecho y me cruzo con Isabel, con sus dos burros tordos, cargados de leña. Me hace un gesto de detenerme.
Don Brochero, hace rato le quería hablar. Es por la capilla de Ntra. Señora. La estamos dejando a nueva. ¿Se acuerda del 15 de
agosto? Ya sé, m´hija, la inauguración, le respondo. Ahí estaremos, dice Isabel, toda la familia serrana.
Dios mío bendice a Isabel. Viuda desde hace años, ha criado a sus hijos a puro esfuerzo y oración. Hasta les ha enseñado a leer
con libros de rezos, porque de chica estudió con las Hermanitas Esclavas Argen•nas. Es cris•ana de ley y mi brazo derecho en estas
serranías. En torno a la Capilla convoca a peones y estancieros para el rezo de novenas y roga•vas. Señor, estos misioneros, que
no tendrán muchas letras, pero les sobra fe en Ti, en la vida y en el Cielo.
Llego a lo de Don Ga•ca. Me salen a recibir los perros a puro ladrido, mordiendo el aire. Aparece Flora, grita a los canes, y se callan
obedientes.
Mientras bajo de la mula y la ato, le pregunto a Dios: ¿Qué le digo a Don Ga•ca? ¿Cómo lo preparo a bien morir? Flora me hace
pasar, mientras dice a Ramoncito: da agua y pienso a la mula del padrecito.
Encuentro al enfermo sereno, muy venido a menos. Me ex•ende la mano y se persigna. Gracias Don Brochero; tanta legua para
venir a verme.
Rezo y bendigo a Don Ga•ca desde mi alma. Me sonríe con paz. Hace un gesto a la hija y nos quedamos solos. Murmura palabras
que apenas en•endo. Sus lágrimas son elocuente arrepen•miento. Le consuelo con el perdón de Dios. Aún con surcos de lagrimas
trata de incorporarse. Le tomo de las manos y nos abrazamos. Yo más contento que él, porque le preparé para ir al cielo con
montura y todo.
Presentes Flora, Ramón y Ramoncito, le doy la unción de los enfermos y juntos rezamos la Salve a la Señora de nuestras •erras.
Don Brochero, nos honrará con el almuerzo, invita Ramón. La verdad que siento rico olor a puchero, con panceta y chorizo, pero
debo llegar a lo de la Ramona Cabrera.
Al menos padrecito, aceptará un bocadito. Aparece la Flora con queso, salame casero y vino de los pagos. Hacemos honor a la
picada. Me despido; monto y le sonrío al viento. Pongo la cara al sol; mi alma rebalsa de alegría, saluda y ensalza a Dios.
Mientras cabalgo, me vienen las palabras de Don Ga•ca: “tanta legua para venir a verme”. Es un elogio, pero es mi deber. Me hice
cura para robarle almas al diablo. En eso voy envejeciendo, por la gracia de Dios. Cada una de mis canas y arrugas es batalla dada
por Jesús, mi Patrón.
Cali enta el sol de la siesta cuando aparece escondida entre valle y sierra la casa de los Cabrera. Costeo el sendero por la ladera y me
apeo en la tranquera de los corrales. Pensé encontrar a Ramona en la cama, pero no; está en medio de gallinas, cerdos y cabritos
con el balde de ropa lavada. Me hace un gesto de bienvenida con la sonrisa franca, que delata los pocos dientes que le quedan.
Buenos días, mejor buenas tardes, Don Brochero. Gracias por venir. Dentre pa la cocina, que seguro no almorzó. Algo he picado, le
digo. Unos huevos fritos le sentarán bien y el caldo de gallina, mejor.
13