Revista Antonio Devoto Cara o Cruz | страница 11

Si el vestido de terciopelo de Silvina Ocampo logra sacudirnos, ¿cómo no lo logrará un irascible cinturón de cuero?

Por Daniela Llanos

Era una tarde cálida por la peatonal de San Martín, los negocios resplandecían de gente aparentemente contenta.

Entre algunas multitudes se destacada el cuerpo delgado y alto de una llamativa mujer, vestía un jean un tanto suelto y una blusa translúcida que por momentos se transparentaba totalmente, con la luz tibia y el aire caliente de las cuatro de la tarde.

Llegando al final de cuadra su cuerpo empezó a temblar, entre Bianchi y Castelar no pudo disimular más.

Caminó entre los juncos de los árboles de la plaza, y distinguió una feria ambulante muy colorida.

Cualquier cosa viva hubiera detectado a esa mujer dirigirse a los puestos.

Se frena en un stand de cinturones, toma uno sin permiso, una larga extensión de lentejuelas y brillos. Lo coloca sobre su cintura. Por un momento el tiempo se pausa, para fijar la atención en sus caderas.

Casi al mismo tiempo en el que empezó a ajustarse el cinturón se sintió la tensión de la gente alrededor y en un momento, solo en

un momento, su cintura dejó de ser carne para fusionarse con el pedazo de cuero.

Desquiciadamente, la mujer comenzó a tirar os costados del cinturón, con mucha fuerza.

Se retorció y gimió lo más que pudo mientras el cuero cortaba su piel y la sangre corría en sus muslos.

Era un espectáculo interesante, porque nadie parecía prestar atención a la masacre. Era como si fuera el ser más invisible de la humanidad.

En un parpadeo el cinturón cayó al piso seco, humedeciéndolo con sangre, y las caderas voluminosas de aquella triste y hermosa mujer se desprendieron de sus piernas, como si un papel se hubiera partido en dos. Unos cuantos litros de sangre caen sobre la multitud alrededor, que seguía transitando como si nada. Las dos fracciones del cuerpo de la dama caen a la tierra rojiza de tanta sangre.

La mujer sin vida, la gente charlando entre ella, caminando curiosa y el cinturón manchado con sangre, un desperdicio de material.