Introducción
Las transfusiones sanguíneas son una importante herramienta terapéutica que se utiliza principalmente en situaciones de urgencia y que ha permitido disminuir la mortalidad , prolongar y mejorar la calidad de vida con respecto a diferentes trastornos hemodinámicos . Sus efectos terapéuticos han provocado que el uso de las transfusiones se masifique , ya sea de sangre completa o sus derivados ( Fragìo et al , 2009 ).
Su uso está indicado para mantener o restaurar el volumen adecuado de sangre circulante con el fin de prevenir o combatir el shock hipovolémico , para mantener o restaurar la capacidad de transporte de oxígeno de la sangre y para reponer componentes específicos de la sangre , como proteínas plasmáticas o elementos figurados ( glóbulos rojos , plaquetas o leucocitos ) cuyo déficit genera manifestaciones clínicas , sin embargo , las trasfusiones no están libres de riegos ( Salazar , 2003 ).
Hasta hace algunos años la sangre completa ( SC ) era el único producto utilizado para transfusión en animales domésticos , pero presentaba limitaciones como el volumen máximo de plasma y , por lo tanto , de proteínas suplementadas requeridas ( Mischke , 2005 ).
Actualmente , a partir de sangre entera se pueden obtener distintos derivados sanguíneos como crioprecipitado , concentrados de plaquetas y glóbulos rojos , plasma fresco y plasma fresco congelado ( PFC ) los cuales son de uso habitual en el tratamiento de pacientes con trastornos hematológicos como : anemias , trombocitopenias , alteraciones de los factores de coagulación e intoxicaciones . Las transfusiones de los componentes sanguíneos específicos permiten una terapia suplementaria más eficaz y segura que las transfusiones de sangre completa ( Mischke , 2005 ).
Para poder obtener derivados sanguíneos , la sangre completa se separa en células sanguíneas compuestas por eritrocitos , leucocitos y plaquetas ( 40-50 % total de sangre ) y plasma sanguíneo el cual representa la porción líquida de la sangre y está compuesto en un 90 % de agua y un 10 % de solutos , de los cuales el 10 % son sales iónicas , 20 % moléculas orgánicas pequeñas y el 70 % proteínas ( Heredia et al , 2016 ).
Dentro de los componentes del plasma sanguíneo podemos destacar a los factores de coagulación que constan de un balance entre procoagulantes , anticoagulantes y sistema fibrinolítico que funcionan en el proceso hemostático y ofrecen una rápida respuesta a la lesión endotelial con depósito de fibrina , agregación plaquetaria y formación de coágulos . Son principalmente sintetizados en el hígado donde se sintetiza el fibrinógeno y todos los factores de coagulación II , V , VII , IX , X , XI , XII y XIII excepto el factor VIII , que es sintetizado principalmente por las células endoteliales sinusoidales y , en menor cantidad , por células endoteliales del pulmón , riñón , bazo y cerebro ( Saavedra et al ., 2012 ).
Otro componente del plasma muy importante son las proteínas plasmáticas , originadas principalmente en el hígado y luego conducidas al torrente sanguíneo por pequeños capilares hepáticos propios del órgano . Cumplen una función nutritiva , ejercen presión coloide osmótica y ayudan en el mantenimiento del equilibrio acido-base , entre otros ( Latimer y kenneth , 2005 ).
La proteína que se encuentra en mayor concentración en el plasma es la albúmina , representa el 50 % de la concentración total de proteínas en animales domésticos , se distribuye entre el intravascular ( 40 %) y el extracelular ( 60 %) de forma lenta y constante . su presencia es de vital importancia para mantener la presión oncótica coloidal y así mantener un buen funcionamiento orgánico , posee propiedades antioxidantes , reduce agregación plaquetaria y el aumento de la antitrombina ( Mathews y Barry , 2005 ), gran capacidad de unirse y transportar sustancias endógenas como la bilirrubina , el calcio , endotoxinas , y sustancias exógenas , como son la digoxina , furosemida , warfarina y distintos antibióticos ( Cohn y Kerl , 2007 ).
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