socioeconómica con cierta facilidad y, por supuesto, que esta actividad no se
adscriba exclusivamente al carácter público, concertado o privado donde se imparte, sino que se desarrolle por igual en cualquier centro. Por otro lado, el aprendizaje a través del debate se mostró sencillo para cualquier docente, es decir, independientemente de la materia que impartiera, por lo que tampoco requería de una formación universitaria concreta previa para desarrollarlo en el aula. Y ello no debe ser una sorpresa: además del debate, existen numerosas metodologías que son ajenas a las carreras de los docentes y que, sin embargo, aprenden y aplican en el aula sin mayor dificultad.
Sin embargo, la mayoría de los docentes no tuvo un primer acercamiento al debate como herramienta metodológica. Por el contrario, el primer encuentro con la práctica del debate fue el de la competición, especialmente en Andalucía y, con mayor concreción, en Málaga, a cargo de una organización privada relacionada estrechamente con una facción de un partido político, el cual encabeza ahora la medida que nos ocupa. El problema parece evidente: ante la desinformación sobre esta actividad, la falta de investigación metodológica y el atractivo de la competición facilitaron que muchos institutos, colegios y docentes quisieran participar de esta metodología, de la cual solo conocían una perspectiva y no conocerían, como es evidente tras la lectura del artículo adjunto, ninguna más. De esta
forma, muchas instituciones
educativas abandonaron la práctica del debate por poco productiva, poco fructífera y una mala praxis (como la selección de quiénes pueden participar y quiénes no), otras la abandonaron por resultados incomprensibles en la competición y, finalmente, otras tantas lo hicieron por la influencia política e ideológica presente (fácilmente presente) en la formación de nuestros jóvenes desde Secundaria y, en los peores casos, desde Primaria.
¿Es, entonces, este problema inherente a la práctica del debate? A la luz de los resultados del primer grupo de docentes, aquellos que tuvieron la fortuna de encontrar la metodología del debate a través de otras instituciones, libros o personas, se puede dar una respuesta clara: naturalmente que no. Y detrás de esta respuesta tan firmemente negativa siempre se encuentra un nexo común: la práctica del debate se concebía desde la perspectiva metodológica, y no desde la competitiva. Y como metodología, la práctica del debate requería y requiere una planificación docente, como cualquier otra metodología (y las compañeras y compañeros docentes conocen esto de primera mano, especialmente con aquellas como el aprendizaje colaborativo y cooperativo, el aprendizaje basado en proyectos y tantos otros que tantos quebraderos de cabeza provocan cada trimestre). Es decir, la práctica de la oratoria no consiste en hacer una exposición, hacer un debate de clase o practicar el debate de competición, de la misma
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