REFORMA EDUCATIVA | Page 39

La contra-reforma educativa en la independencia y en la justicia (...) dicha educación será laica (…) Toda la educación que el Estado imparta será gratuita”. Ahora, además, será de calidad. Pero ¿qué entienden por calidad educativa los promotores del concepto? ¿Rendimiento y productividad magisterial? ¿Satisfacción de los padres de familia y los alumnos con los resultados? ¿La que proporciona al individuo competencias para ser exitoso en el mundo laboral? ¿Un elevado ranking de las instituciones escolares? La reforma no da pistas, por el contrario, el texto aprobado es sumamente confuso. Como lo señala Manuel Pérez Rocha, se trata de un galimatías: “(la educación que imparta el Estado)… d) Será de calidad, con base en el mejoramiento constante y el máximo logro académico de los educandos”. Mejoramiento constante ¿de qué? Este mejoramiento sin objeto ¿es la base de la calidad o, más bien, resultado de la calidad? ¿O es la calidad misma? El máximo logro académico de los educandos ¿es otra base de la calidad? ¿O es resultado de la calidad? ¿O es esta la esencia de la calidad? Esta definición de la educación ¿servirá para orientar los esfuerzos de educandos y maestros? ¿Es un criterio claro y práctico para que el nuevo Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación realice sus evaluaciones?”. El mito de la evaluación Las distintas reformas educativas aplicadas a lo largo de las pasadas cinco décadas en nuestro país no mejoraron la calidad de la educación (a pesar de que muchas de ellas se lo propusieron explícitamente), tampoco afectaron la fuerza de los líderes sindicales corruptos dentro del ámbito institucional. No hay en la actual reforma muchas sorpresas. Su receta consiste en más de lo mismo, pero en dosis intensivas. A lo sumo profundiza los lineamientos centrales de la ACE, mismos que ha resultado un reverendo fracaso, y los vuelve jerárquicamente superiores desde el punto de vista legal. A pesar de que su propósito declarado es mejorar la calidad de la enseñanza, no podrá hacerlo. En un documentado, exhaustivo y voluminoso estudio (984 páginas) titulado La medida de una nación. Los primeros años de la evaluación en México, Hugo Aboites, profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana con un doctorado en educación por la Universidad de Harvard, explica muy claramente cómo la evaluaci ón moderna y científica no ha demostrado fehacientemente que pueda mejorar la educación. Su cuidadosa disección de la historia de la evaluación demuestra cómo se ha convertido en un instrumento de política fetichizado, presuntamente científico, que con el pretexto de mejorar la calidad de la educación se convirtió en un factor de degradación de la misma, y en una herramienta para conducir contrarreformas educativas. 38