18 Reflexiones / Enero, 2016
El Atitlán es un enorme lago de origen volcánico al sur de Guatemala al que muchos califican como el más bello del mundo. La afirmación es un poco exagerada, pero nadie tendría problemas en aceptar que al menos, es uno de los más bellos. Sus aguas azules están ocluidas en una caldera de paredes casi verticales, restos del extinto cráter, que le dan un toque de misterio. Para llegar a sus riberas hay que bajar una carretera que serpentea por las laderas de viejas erupciones. Y en uno de sus lados emergen tres conos gigantescos y simétricos, tres volcanes perfectos, como los que dibujaría un niño (el Atitlán, el San Pedro y el Tolimán) que se reflejan en las aguas tranquilas para componer una estampa de ensueño.
El lago Atitlán es uno de los lugares más turísticos de Guatemala. Un sitio al que recomendaría venir en cualquier visita al país, desde luego. Pero lo que los turistas habituales suelen hacer es dar un paseo en barca, visitar alguno de los pueblos de la ribera (hay 12, todos con nombre de santos) y los más en forma, subir a la cumbre del volcán San Pedro (cuatro horas). Y poco más. Sin embargo para mí lo más interesante del Atitlán no es el estanque en sí, sino las gentes que viven a su alrededor. Mayas puros de las etnias tz’utujil, quiché y kaqchiquel para los que el lago es un lugar sagrado, el ombligo de la tierra que conecta con el inframundo. Como no hay mejor guía de una tierra que sus propios habitantes, contacté con los responsables de Viva Atitlán, el primer touroperador guatemalteco compuesto íntegramente por indígenas. Un total de 11 asociaciones o empresas de pueblos del lago que se han unido para explotar el recurso turístico, pero sobre todo para dar a conocer su cultura, su lengua y sus tradiciones en un país donde el racismo y el desprecio hacia los indígenas ha sido la ley durante décadas.
Estuve ayer todo el día de pueblo en pueblo, de asociación en asociación, conociendo grupos de mujeres fascinantes que se han unido para, por ejemplo, construir una depuradora de agua potable con la que dar agua buena y barata a todo el pueblo. Otras, las de la asociación Ixoq Ajkeen, de San Juan la Laguna, organizan para los turistas demostraciones de cómo se tintan las telas para tejer y les enseñan las mil y una manera en que se cocina el maíz (con un humilde puñado de maíz estas mujeres hacen tortillas, chuchitos, tamales, tamales de chipilín, tayullos, atol matz’, atol blanco, pinol, atol de tres cocimientos para recién paridas o pulike de huevo, entre otras delicias).
"GUATEMALA -Lago Atitlán"
VI@JEMOS