Reflexiones... para un mundo plural Volumen 2, número 4 Agosto 2014 | Page 9

JULIO

CORTÁZAR

Cortázar tuvo la suerte de vivir en el París de los 50 y de los 60, cuando la postguerra amenazaba con acabar con los genios del jazz.

Magazinein/January, 2012 9

Latinoamérica celebra el centenario del gran cronopio, Julio Cortázar, escritor recordado por sus textos lúdicos, de novelas rearmables y cuentos que ganan por nocaut, puntos de partida de una obra que incorporó el compromiso político y expresó una nueva noción del intelectual orgánico, aquel que siembra la idea de las utopías posibles.

“Comprendí que el socialismo, que hasta entonces me había parecido una corriente histórica aceptable e incluso necesaria, era la única corriente de los tiempos modernos que se basaba en el hecho humano esencial”, reflexionaba el escritor en una carta dirigida al poeta cubano Roberto Fernández Retamar en 1967.

El 26 de agosto de 1914, en el preludio de la Primera Guerra, cuando Alemania ocupó Bruselas, nace en Bélgica, de padres argentinos, Julio Florencio Cortázar Descotte, quien en su infancia compondrá sus primeros ejercicios literarios, a los que sumará la escritura de sonetos, su gusto por el jazz y el boxeo.

“Cuando tenía ya 30 o 32 años –aparte de una gran cantidad de poemas que andan por ahí, perdidos o quemados- empecé a escribir cuentos”, relata a Luis Harss en el libro Los Nuestros.

En tiempos de su primera publicación, Presencias (1938), con el seudónimo Julio Denis, se dedicó a dar clases en la ciudad y provincia de Buenos Aires, momento en el que llevó consigo un sentimiento de disconformidad que más adelante convertirá en madurez política.

Su oposición al peronismo —que luego afirmó no haber comprendido—, lo lleva a tomar la Facultad de Filosofía en la provincia de Mendoza en 1945 en manera de protesta y más tarde autoexiliarse en Francia junto a su compañera Aurora Bernárdez, para trabajar como traductor en la Unesco.

Al final de esta década publica su primer cuento, Casa tomada, en la revista Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges y se hace más prolífico a partir de entonces con Bestiario (1951), Manual de instrucciones (1953), Final de juego(1956), Las armas secretas (1959), Historia de Cronopios y Famas, y Rayuela (1962).

La utopía realizable

Fue en 1961 cuando ocurrió un punto de inflexión en la vida del escritor, cuando visitó Cuba con su segunda compañera Ugné Kervelis, traductora lituana de izquierda, apasionada con Latinoamérica, quien lo acompañó en un proceso reflexivo que lo llevó a convertirse en un defensor de la Revolución Cubana.

“Sin razonarlo, sin análisis previo, viví de pronto el sentimiento maravilloso de que mi camino ideológico coincidiera con mi retorno latinoamericano; de que esa revolución, la primera revolución socialista que me era dado seguir de cerca, fuera una revolución latinoamericana”, dice en su carta a Fernández Retamar, publicada en la revista Casa de las Américas.

“Ése es el momento en que tendí los lazos mentales y en que me pregunté, o me dije, que yo no había tratado de entender el peronismo”, reflexiona en una charla con Omar Prego publicada en La Fascinación de las palabras (1985).

Ese contacto con la Revolución cubana despierta en Cortázar un nuevo tipo de sensibilidad que le da un giro a su obra, evidente en textos como “Reunión”, relato incluído en Todos los fuegos, el fuego, el poema Yo tuve un hermano o la adivinanza Sílaba viva, dedicados a Ernesto Che Guevara.

El escritor desafiará a las corrientes intelectuales al asumir la literatura como un espacio en el que dará la batalla política, replanteando la interpretación del mundo a través de la estética que lo caracterizó, el uso de metatextos y el orden combinatorio de lenguajes.

Ese contacto con la Revolución cubana despierta en Cortázar un nuevo tipo de sensibilidad que le da un giro a su obra, evidente en textos como “Reunión”, relato incluído en Todos los fuegos, el fuego, el poema Yo tuve un hermano o la adivinanza Sílaba viva, dedicados a Ernesto Che Guevara.

El escritor desafiará a las corrientes intelectuales al asumir la literatura como un espacio en el que dará la batalla política, replanteando la interpretación del mundo a través de la estética que lo caracterizó, el uso de metatextos y el orden combinatorio de lenguajes.

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