A su vez, los tejidos blandos del organismo aparecían transparentes y los huesos opacos. Roentgen, colocando su mano entre el tubo y la pantalla, pudo ver los huesos de su propia mano proyectados en ella. Un extraordinario descubrimiento se había realizado.
De esta manera el 8 de noviembre de 1895, marcó el comienzo de una nueva era en la historia de la Medicina.