incluyendo las afroamericanas y latinxs - dos grupos históricamente marginados . El doctor Anthony Fauci , el preeminente especialista en enfermedades infecciosas , recomienda que el 37 % de la participación total venga de individuos afroamericanos y que el 27 % venga de gente latinx . Hasta ahora en las pruebas estadounidenses , esta participación solo se extiende entre 8 y 16 por ciento . Según cifras de Statista ( véase la gráfica ), los individuos latinx en los Estados Unidos son hospitalizados por el COVID-19 a una tasa 3,7 veces mayor a la de la gente blanca , y las personas afroamericanas a una tasa 3,1 veces mayor ( 3 ) .
Entonces , con el efecto desproporcionado de infecciones y muertes en personas afroamericanos y latinx , ¿ por qué no hay mayor disponibilidad de estas poblaciones en las pruebas de vacunas para el COVID-19 ? La respuesta se encuentra en la desafortunadamente detallada explotación histórica de estos mismos grupos por el sistema de salud estadounidense y el encubrimiento intencional de abusos para tratar de mantener cierto nivel de confianza pública en el sistema .
Un ejemplo infame en la historia del abuso de gente marginada - los afroamericanos en particular - es la instancia de los experimentos de sífilis administrado en la Universidad de Tuskegee . En las palabras de Harriet Washington ( traducidas al español ), eticista médica y autora del libro Apartheid Médico , los experimentos de Tuskegee fueron “ el caso más largo de experimentación médica sin-ética en la historia occidental ” ( 1 ) . En este trágico incidente , centenares de hombres afroamericanos fueron reclutados con la promesa de que iban a recibir tratamiento médico para la sífilis . En realidad , los doctores los “ trataron ” con punciones lumbares , aspirina , vitaminas y otros placebos .
Todo esto ocurrió a lo largo de cuatro siglos hasta el año 1972 a manos del Servicio Estadounidense de Salud Pública , aunque fue descubierto en 1943 que la penicilina curaba la sífilis . Sin tratamiento efectivo , esta enfermedad causa daño irreparable al cerebro , los ojos , el corazón y otros órganos principales . Los efectos más graves típicamente ocurren entre 10 y 30 años después de contraer la infección , y pueden resultar en la muerte . Los doctores y oficiales involucrados en este experimento permitían que cientos de participantes no fueran tratados para que pudieran usar el hombre negro para estudiar el desarrollo de la enfermedad en el cuerpo . Los experimentos secretos fueron divulgados al público en 1972 , y tres meses después fueron obstruidos . En los años siguientes a la divulgación , la participación afroamericana en estudios médicos bajó y permaneció baja ( 4 ) .
El llamado “ Estudio de Tuskegee ” ha llegado a ser sinónimo de la larga y complicada historia de investigación médica sin consentimiento con personas afroamericanas . Otros ejemplos de esto son las amputaciones de las extremidades de personas esclavizadas para la enseñanza de estudiantes médicos , y los procedimientos reproductivos con mujeres afroamericanas hechos por Dr . James Marion Sims . Durante la edad en que la esclavitud era legal en los Estados Unidos , los cuerpos de personas esclavizadas tenían un papel signficante en la educación médica , para la experimentación hecha por doctores y también para la demostración a estudiantes . Las escuelas médicas mantenían contacto con los esclavistas para poder usar los cadáveres después de su muerte , y también había casos del uso de personas esclavizadas vivas para demostrar operaciones , como las amputaciones , sin remedios para el dolor . Sims , considerado el padre de la ginecología estadounidense — y quien fue distinguido con una estatua en el Parque Central de Nueva York durante más de ocho décadas — desarrolló sus tratamientos innovadores por medio de la experimentación en personas esclavizadas negras . Aunque el impacto del racismo sistémico va mucho más allá de un solo doctor , la carrera de James Marion Sims revela mucho de cómo la institución de la esclavitud está asociada con la medicina .
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