texto: PEDRO GARCIA
diseño: ELISE GELLMAN
Mal guiado
por el buen camino
E
l guia, el coyote, o el pollero. Habrá
uno que otro que sí hace bien su
trabajo. Pero bien sabemos que quien
transporta a migrantes no siempre los
lleva por buen camino en terreno ajeno.
Toda persona que llega a la frontera
necesita encontrar a la persona que
conoce el camino correcto. Los migrantes
que buscan cruzar entregan una gran
esperanza a esa persona, pues su misma
vida está a cargo del guía. Los clientes,
por la necesidad de superar dificultades,
de sacar la familia adelante, y de conocer
otro país, corren muchos riesgos.
Enfrentan a los peligros que vienen a
causa de la escasez tanto personal como
en la economía de sus países. Pero hay
guías que solo se aprovechan de esta
desesperanza para quitarles el dinero. A
estos no les importa el sufrimiento del
caminante ni lo que haya luchado para
conseguir lo poco que tiene.
El guía suele tener contactos con otras
personas que manejan el movimiento
humano durante el camino. Cualquiera
que decide viajar debe pagar una
cantidad enorme. Cuarenta y cinco mil
quetzales alcanzan para ser llevado al
destino pactado, ya sea California, Texas,
o cualquier otro estado. Además de fijar
el trayecto general, también es aclarar
la realidad sobre el plan específico del
camino, como cuáles partes son más
peligrosas, y cómo tienen que cruzar,
en qué lugares, dónde correr y en dónde
deben descansar. Esto y más, pues hay
muchos riesgos que acechan cuando
uno cruza desde Centroamérica todo el
país de México hasta la frontera de los
Estados Unidos.
Las personas que migran esperan que el
guía les ayude a alcanzar a sus familiares
del otro lado de la frontera. Al mismo
tiempo reconocen el riesgo que corren
si no logran pasar el desierto, si se
les acaba la comida o el agua. Saben
que se pueden quedar en el camino
perdidos, heridos o muertos. Encima de
los peligros naturales, los humanos. A
otros los cogen los coyotes malos para
negociarlos, encerrarlos y pedir rescate
a cambio de su libertad. En estas últimas
circunstancias, la familia al que se llama
se preocupa, se desespera. Pero muchas
veces no logran conseguir todo el dinero
para que suelten a su familiares. No todo
lo que se planea o se propone sale como
se esperaba al emprender este camino
hacia el norte.
Caen algunos en estos engaños por
no conocer bien al guía, ni tener
información sobre esta persona que
los va a transportar. Aunque sienten la
necesidad de salir adelante, la mayoría
desconocen el camino para viajar al
otro lado. Muchos son llevados por
las mentiras de algunos guías que se
aprovechan de las personas pobres,
confiados que los llevan por buen
camino. Mas la realidad del camino es el
mayor riesgo de la vida, porque no todos
los guías realizan de buena manera su
trabajo. Muchos no se hacen para nada
responsables de la seguridad de sus
pasajeros.
Existen tantas historias de viajeros que
terminan siendo víctimas de abuso por
los guías durante el camino, de abusos
físicos, sexuales, y psicológicos. Pasa esto
más a las mujeres, y a las muchachas.
Aún si resisten a las agresiones, las
pueden dejar abandonadas en el camino,
o peor.
No hay manera de reclamarle a un
traficante humano si a un inmigrante le
pase algo en el camino. El guía no usa
datos personales verdaderos, y por eso
en la mayoría de los casos no hay manera
de ubicarlos. Si el cliente busca justicia
debe tener una información clara o
comprobada, una evidencia de verdad.
Sin saber el nombre, ni por quién ni
dónde trabaja, denunciarlo a la policía
resulta casi imposible.
Debería ser un compromiso serio hacer
bien este trabajo. Ojalá cualquier guía
se sintiera responsable de cuidar a los
viajeros para que no les pasa nada malo
en el camino. Eso sí, en este viaje no hay
cómo evitar todos los sufrimientos. Hay
días que uno tiene que aguantar hambre,
sed, frío, soledad, y cansancio. Se sabe
que enfrentará de todo para pasar al
otro lado, y hay que estar dispuesto para
hacerlo. Llegar al destino y reunificar
con sus familiares es un meta tan noble
que merece la mejor dirección.
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