texto y fotos: ALLI EROH
diseño: ELISE GELLMAN
Estudiar en el extranjero:
lo bueno, lo malo, y lo feo
E
studiar en el extranjero fue una de las mejores y peores partes de
mi experiencia en la escuela secundaria. Pensando de nuevo en
ello, aprendí mucho de las experiencias positivas y de las negativas.
Para primero dar un poco de contexto, estudié en el extranjero durante
seis meses en el onceavo grado en Sevilla, España. Me hospedé con una
familia que tenía cuatro hijos.
Feria de Abril
Tengo tantas memorias increibles. Dos o tres veces a la semana, todavía
me dan ganas de ir a Sevilla para reunirme con mis amigos de mi
programa de intercambio. Nos gustaba ir a tomar tapas o correr a lo
largo del río, saltando al final. Hice amistades tan fuertes con algunas
de las personas más increibles que he conocido. Juntos aprendimos
sevillanas y bailamos durante la Feria, nos disfrazamos en Carnaval y
anduvimos durante Caminito del Rocío. Una vez hicimos un viaje a la
playa en Matalascañas, donde en el paseo en autobús un chico empezó
a tocar su guitarra y a cantar y todos los demás nos unimos en coro.
Recorrí las catedrales y vi arquitectura de la más hermosa. Conocí
amables lugareños y servidores que nos dieron tarta gratis. Aprendí
mucho español y diferencias en las costumbres.
Mientras que esta experiencia cambió mi vida y es algo que le
recomendaría a cualquier estudiante de secundaria, es importante
darse cuenta de que cada proceso de selección es como un tiro de
moneda; cara o sello, el resultado no lo controlas tú. Es posible que te
seleccionen para una buena familia y escuela y es también posible que
te pongan en una situación en la que no estés feliz. Aquí les comparto
algunas de las cosas negativas que yo viví durante mi intercambio, que
posiblemente te podría pasar algo similar a ti.
Caminato del Rey
El instituto era la peor parte, especialmente las clases de italiano. La
escuela donde yo estaba sólo ofrecía un nivel avanzado que para mí
era imposible entender. Todo se explicaba en español, un idioma que
yo todavía estaba aprendiendo. Sonaba muy similar al italiano y me
confundía. La profesora también cambiaba entre el español y el italiano
mientras enseñaba y pronto se hizo tan difícil prestar atención que yo
empezaba a hacer garabatos en un cuaderno o pensar en musarañas.
Mis horas en la escuela española parecía pasar tan despacio. Me aburría
tanto que me ponía a pensar en un día regular en los Estados Unidos,
organizando cada detalle de mi día hipotético. Yo sí hice amigos en
la escuela, pero no estoy muy segura si en serio eran mis amigos o
simplemente personas que se sentían mal por mí. Se me acercaban,
me preguntaban cómo estaba, si me gustaba España o si yo entendía