manera más amplia en estos últimos meses. Ahora me doy
cuenta de que si me enfermara, se lo diría a las autoridades
- iría al hospital estatal, y permitiría que mi familia fuera
a la cuarentena del gobierno y que investigaran a todas las
personas con las que tuve contacto. [Porque] no se trata
sólo de la comodidad y la privacidad de mi familia y mía;
yo quiero apoyar a mi país en la lucha contra esta pandemia
y no quiero que mi egoísmo cause cientos de infecciones”.
España
Victor Reina, de la ciudad de Valladolid, España, siente
añoranza por la vida que tenía antes. Al mismo tiempo,
reconoce que aún “queda tiempo para poder volver a
una nueva normalidad.” El camino a una sociedad sin
amenazas de sanidad requiere que todos participemos en
los esfuerzos de desescalamiento - pero no siempre es tan
fácil. Reina manifiesta su frustración: “En España, no se
están haciendo las cosas bien actualmente. No digo por los
políticos, sino por los ciudadanos”.
Explica cómo, después de seis semanas confinadas en casa,
por fin dejaron salir a los niños a las calles por una hora
para hacer ejercicio. Pero muchos no acataban las normas
del desescalamiento. “Había niños jugando partidos de
fútbol, los dos padres saliendo a pasear con su hijo”. Señala
la importancia de que el gobierno, y el público, actúen con
responsabilidad - si no para su propio bienestar, para el de
otros. Reina vino a la conclusión que “O nos juntamos y
luchamos contra el virus o esto nunca acabará”.
Colombia
Una dedicada maestra en el pueblo de Málaga, Colombia,
Miledy Rincón García sólo puede dejar la casa una vez a la
semana - los lunes, de seis a doce de la mañana. Es parte
de ‘pico y cédula’, una de las medidas implementadas por
parte del gobierno nacional para mitigar la propagación
del virus. Dependiendo del último dígito de su documento
de identidad, o cédula, a cada ciudadano se le designan un
horario restringido para hacer compras esenciales. En otras
ciudades colombianas también existe la medida de ‘pico y
género’ donde los hombres salen a la calle los días impares
y las mujeres, los días pares.
En la casa de García, tuvieron la mala suerte de que todos
tuvieran el mismo último dígito, y como sólo una persona
por hogar puede salir en el mismo día, se ven obligados
a escoger quién irá de compras cada vez. “En realidad, es
mucho más difícil que antes”, confiesa.
Brasil
Heloisa Helena de Oliveira, propietaria de un lugar
de eventos en São Paulo donde se reunía mucha gente
antes del coronavirus, no tiene ni idea cuando podrá
regresar a su vida normal. Para intentar evitar los efectos
de la pandemia, se mudó al campo para acompañar a su
familia en su pequeña granja. Relata que desde allí están
produciendo huevos para responder a la nueva demanda
en el mercado. “Hemos tenido que encontrar una nueva
forma de seguir trabajando y estar seguros”.
Mientras tanto, siente “tristeza” y “perplejidad” al ver
cómo su presidente habla en televisión para afirmar que el
coronavirus es solo un complot para arruinar la economía
y debilitar su poder. Él tuerce la verdad para manipular
a la gente. Esto no solo pone en riesgo a miles de vidas
humanas sino que también disuade que las personas
defienden causas importantes.
Italia
“Como artista [...] ha sido difícil concentrarme y encontrar
energía positiva para poder crear. Las imágenes que vienen
a mi mente son dolorosas”, dice mi abuelo Edgard Abadía,
quién es colombiano pero ahora vive en el pueblo toscano
de Volterra. El contacto humano es algo tan importante
para muchos, y cuando lo único que se puede ofrecer es
una sonrisa detrás de un tapabocas, se hunden los espíritus.
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