ciudadano un cheque de apenas $1.200,
lo cual es menos que la mitad de lo que
un estadounidense gasta cada mes en
vivienda, atención médica y transporte.
Esta no es una solución.
Ambientes tóxicos
Aparte del mayor desempleo y la mayor
exposición a infección por los trabajos
que logran retener, la gente de color
tiene una probabilidad muy alta de
tener condiciones médicas subyacentes
a causa de la sistemática discriminación
en la vivienda, al racismo ambiental, a la
falta de acceso a comida saludable y a la
discriminación en la asistencia médica.
Los centros de población más diversos
están más expuestos a peligros
ambientales por la colocación de
producción de energía destructiva.
Las emisiones de fábricas, basurales de
residuos tóxicos, plantas químicas y
oleoductos causan que el agua y el aire se
contamine, provocando el asma y otros
daños a sus sistemas inmunes y por eso,
estas comunidades son más susceptibles
a las infección viral.
Además de los ambientes peligrosos,
carecen de acceso a comidas saludables
debido a los altos precios de los alimentos
más saludables, y los subsidios federales
a ciertos ingredientes que bajan el precio
de las comidas menos sanas.
Marginalizados, empujadas a la pobreza
por la discriminación en el empleo, tienen
menos dinero para gastar en comida
sana. Esto hace que las personas de color
compren alimentos poco saludables
para que puedan alimentarse sin gastar
demasiado.
A su vez, esto produce tasas más altas
de enfermedades cardíacas, obesidad,
diabetes, y otras enfermedades inmunes
que son algunas de las comorbilidades
del virus.
Así se puede explicar mucho sobre
las extremas disparidades raciales en
las infecciones del COVID-19. Está
infectando y matando a la gente de color
a índices alarmantemente altos debido
a la continua incapacidad de nuestra
sociedad de proporcionar un nivel de vida
equitativo a las poblaciones desatenidas.
Cosechando genocidio
Sin embargo, este sistema sigue
ahondando la ignorancia blanca en
una pandemia global. Ha habido varios
disturbios en contra de las órdenes de
cuarentena, organizados principalmente
por conservadores blancos.
Los hemos visto desobedeciendo las
órdenes de distanciamiento social para
pedir un corte de pelo. No claman tanto
para que ellos puedan regresar a trabajar,
sino para que los demás regresen y que
ellos puedan volver a disfrutar de su
privilegio.
Andan con armas militares como rifles
de asalto, difundiendo creencias de la
supremacía blanca con un cartel de
“Trump 2020” en la mano. Lo llaman
patriotismo, pero no lo es. Es terrorismo
doméstico.
A estos actos de terrorismo no se les
responde con la violencia estatal, como
sí sucede con las protestas pacíficas y
desarmadas del movimiento Black Lives
Matter. En cambio, la supremacía blanca
se encuentra con la tácita tolerancia de la
policía.
Es una prueba obvia del racismo en
nuestra sociedad donde un manifestante
negro desarmada que reclama por
sus derechos humanos enfrenta al gas
lacrimógeno, la brutalidad, los tanques,
las manillas y hasta la muerte misma...
mientras que un miliciano blanco
fuertemente armado viola la ley, pone
en peligro a innumerables vidas por el
contagio y por las balas, y no le dicen
nada.
Este país les niega los derechos humanos
básicos a las personas de color al
mismo tiempo que eleva a los blancos,
sacrificando la salud de comunidades
enteras. Esto no es sólo un virus, esto es
un genocidio indirecto.
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