puño & letra Summer 2019 | Page 27

cuerpo dando vueltas y vueltas. Me aferré a su cola para mantener el equilibrio, pero la fuerza de la sacudida me hizo caer al suelo. Incluso cuando me bajé de su espalda, continuó su estampida, y el animal no esperó mucho tiempo para aplastarme. Me convertí en un pedazo de papel, magullado por su increíble peso. Justo cuando pensé que se había asentado, este tiró una patada letal en mi trasero y me lanzó encima del tejado. El bullicio despertó a mis padres, y me desmayé segundos después. Tal vez fue por mi idiotez o mi curiosidad que me encontré en esta situación años después. Mientras vagaba por las calles del barrio de Pueblo Libre en Lima, noté un poste de acero inoxidable estacionado en la esquina de la calle. Tenía un pequeño mango que sobresalía y olía a cáscara de plátano podrido.Me aparté del grupo para observar mejor su rareza. Por alguna razón, tuve la ingeniosa idea de meterme en el compartimiento oscuro pensando que sería una especie de diversión. Contorsioné mi cuerpo en todas formas: mis rodillas estaban dobladas ligeramente y mi cabeza se estiró en un ángulo incómodo. Me quedé allí por lo que pareció una eternidad antes de concluir que estaba hastiado. Cuando empujé la abertura de donde había entrado, el metal gimió y de repente me encontré cayendo libremente. Cuando aterricé, los plásticos desechables se acumularon en mi tez quemada y un grupo de gaviotas me comenzaron a perseguir. Escapé del vertedero de basura y pasé por el poste que decía “Gestión de Residuos”. Luego de estos incidentes, mis padres me obligaron a ponerme un traje de plástico de burbujas. Este no me permitió hacer muchas actividades más que sobresaltar cada vez que se estallaba una de estas burbujitas. Un dia, me caí de las escaleras y todas las burbujas se reventaron, produciendo un sonido horrible. Todo lo que pude ver fue la rociada de mis venas yugulares ... demasiada sangre ... Mis ojos se enfocaron en el reloj colgado en lo alto de la sala. Mientras la manecilla de segundo se movía, se burlaba de mí con la indicación de que me quedaba muy poco tiempo. Poco a poco, me sentí alejarme cada vez más de la casa y acercarme de la luz blanca rogándome que acudiera a ella. Ya era hora y lo sabía así. Con mi último aliento solté una carcajada ¡Qué manera de morir! 27