texto: JESS NAVA ROBLES
arte: TALIA VALDEZ
diseño: HILARIO GONZALEZ
Acusando al juez, señalando al patriarcado
La protesta de las feministas chilenas sobre la
cultura de la violación ha sido un éxito. El canto y
la coreografía empezaron en el país suramericano y
han llegado a toda Latinoamérica, a algunos países
del continente europeo, y hasta Portland.
Es un tema sobre el abuso de la mujer, la inclinación
cultural a culpar a la víctima, y cómo las instituciones
poderosas han permitido violaciones de los
derechos de las mujeres de maneras sistemáticas.
Estas protestas han sido populares y necesitan ser
escuchadas para que se dé un alto a esta situación.
Las mujeres llevan un pañuelo verde, que es
probablemente el símbolo más identificable, una
señal para exigir la despenalización del aborto.
Sobre los ojos, una venda negra que representa la
violencia masculina y la cultura de la violación.
La repetida flexión de la piernas al llegar a la
tercera estrofa hace referencia a solo un ejemplo de
las varias humillaciones y torturas físicas que las y
los detenidos sufren por parte de las autoridades.
La cultura del abuso sexual ha llegado a mucho.
Aproximadamente una de cada cinco mujeres será
violada en algún momento de sus vidas. La canción
de las feministas hace que uno reflexione sobre por
qué en estos tiempos, por ejemplo, tienes que pensar
dos veces en lo que te pones. El lugar tampoco es
el problema, sino el violador que comete el delito.
Esto es obvio en la letra cuando dicen, “Y la culpa
no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía”.
Es un mensaje poderoso que todavía no es aceptado
por muchas sociedades: la víctima nunca es
culpable. La gente quiere dar a entender cantando,
gritando y protestando lo que exigen que se cambie.