puño & letra Spring 2020 | Page 23

En Chiapas, tomamos un autobús que nos llevaría a un pueblo hasta donde ya había avanzado toda la caravana de migrantes. Esto duró dos horas hasta que llegamos al pueblo que se llama Arriaga, casi entrando a Oaxaca. Cuando nos bajamos estábamos felices porque estaríamos más seguros con la caravana. Aparte de felices, estábamos sorprendidos porque había muchas personas de diferentes países y continentes. Yo en lo personal estaba muy emocionado porque estaba cumpliendo unos de mis sueños que era conocer México, ya que me gusta mucho su cultura y su comida. Yo siempre he sido de las personas a las que le gusta conocer nuevos lugares y tener nuevas experiencias, ya sean buenas o malas. Yo tenía esa energía de poder continuar con el camino. Aunque sabía que iba a ser duro no me importaba lo que podía pasar, simplemente quería seguir adelante. Durante el camino conocimos a gente de Colombia, la República Dominicana, Perú, hasta de África y muchos otros centroamericanos. Hicimos varios amigos que se nos unieron. Entre el grupo grande armamos uno más pequeño de 7 personas de origen hondureño. Uno se llamaba Pedro de 39 años; otro era Franklin de 25 años; un chico de 17 años que se llamaba Edwin y al que le decíamos “el negro”; Omar de 35 años que le decíamos “el viejo’’; otro que no recuerdo su nombre, mi hermano y yo. Con ellos hicimos todo el viaje por el país de México. Nunca nos separamos, o cuando eso pasaba siempre nos volvíamos a encontrar en las estaciones donde la caravana se detenía para descansar y pasar la noche. Nos teníamos mucha confianza y nos hacíamos bromas para disfrutar del recorrido. El viaje estuvo muy difícil pero, a pesar de eso, mi hermano y yo nunca nos dimos por vencidos. Había noches que dormíamos en el suelo solo con nuestra ropa. Otros días en que no comíamos nada y caminábamos muchos kilómetros bajo el sol. El día que más caminamos recuerdo que salimos a las 3 de la mañana para llegar a la siguiente estación donde la caravana se dirigía. Seguimos hasta las 7 de la tarde y en total recorrimos 55 kilómetros, descansando 5 minutos las veces en que nos sentíamos exhaustos. Muchas personas que nos ayudaron en el camino con agua o comida siempre nos preguntaban que por qué migramos de Honduras y nosotros les explicábamos que al menos en nuestro país hay mucha delincuencia y corrupción. Al gobierno no le interesa si alguien necesita medicina en los hospitales o una mejor educación en las escuelas. Los políticos se roban todo el dinero de los impuestos y del seguro social. También hay muchas pandillas que ya se volvieron organizaciones delictivas que utilizan a personas inocentes para hacer sus trabajos sucios. Como no hay mucho empleo en mi país las pandillas se aprovechan de los demás. Para que no se mueran de hambre, las personas necesitadas acceden a esos trabajos como única opción para poder llevar el sustento a sus hogares. Algunos decían que por qué no podíamos cambiar el gobierno de nuestro país, que todas las personas que migraron se hubieran unido para poder haberlo hecho. Nosotros le contestamos que eso fue lo que pasó en mi pueblo. En todo Honduras se rebelaron contra tantas injusticias pero sucedieron muchas masacres a causa de la rebelión. El gobierno se había comprado a la policía militar y a ellos no les importaba el bienestar del pueblo, simplemente el dinero que se les daba por cumplir con lo que les mandaba hacer los corruptos. Entonces ahora el pueblo vive más reprimido, no puede luchar por sus derechos porque se lleva el riesgo de morir. Que uno termine muerto no cambiará nada sobre la situación que se vive en mi país. Muchas personas que nos hacían estas preguntas entendieron las razones por las cuales el año pasado más de 20 mil migrantes centroamericanos salieron en busca de un mejor futuro. Puedo decir que el gobierno de México fue muy bueno con todos los migrantes y nos dieron mucho apoyo. Hubo muchas ocasiones en las que abrían centros de albergues para que la caravana pudieran comer, descansar y recibir servicios médicos para las personas que lo necesitaban. También nos ayudaron con colchones y cobijas para que pudiéramos descansar de una manera más o menos digna. Aparte de todo eso el gobierno de México nos dio el pase libre para que toda la caravana pudiera seguir hasta la frontera sin que hubiera personas deportadas y con una mayor protección. Cuando veníamos en camino siempre venía una patrulla policial adelante y otra atrás de los grupos de personas para prevenir cualquier intento de secuestro o extorsión. En cada estación que nosotros hacíamos nos estaban esperando con los brazos abiertos. Había días que caminábamos y otras veces mucha gente con ganas de ayudar nos daban un empujón en sus carros y camiones. Gracias a esas personas amables nosotros podíamos avanzar más y más. Conocí muchos estados de México desde el sur de Chiapas, pasando por Oaxaca, subiendo a Puebla y la Ciudad de México, Veracruz, Hidalgo, Queretaro, Michoacan, Guanajuato, Jalisco, Nayarit, Sinaloa, Sonora y mi última estación que fue Baja California. Fue un largo viaje con mi hermano y los amigos que nos acompañaron en el camino, sin separamos, todos juntos, hasta la frontera de México y Estados Unidos que se llama Tijuana, en Baja California. Todo ese viaje duró 14 días de camino. Llegamos a la frontera el martes 30 de octubre y a las 3 de la tarde nos bajamos en el centro de Tijuana. Recuerdo que los primeros éramos un grupo de 200 personas aproximadamente y todos decidimos irnos para la playa que nos quedaba a 2 horas. Cuando íbamos caminando se podía ver la barda que divide las dos naciones. Durante todo el camino siempre hablábamos con mi mamá, pero ese día fue especial. La llamamos para darle la gran noticia: que ya estábamos en la frontera y que todo había salido bien. Mi madre de lo feliz que estaba empezó a llorar de la emoción. Lo que me sorprendió fue ver a mi hermano que se soltó en lágrimas, porque él sabía todo lo que luchamos para poder llegar a ese lugar. Fue la única vez que lo he visto llorar de esa manera. Y, pues, yo soy una persona mas fria. Aún así no voy a negar que lloré un poco. Eran lágrimas de alivio al saber que todo estaba bien. 23