En Chiapas, tomamos un autobús que nos
llevaría a un pueblo hasta donde ya había
avanzado toda la caravana de migrantes.
Esto duró dos horas hasta que llegamos
al pueblo que se llama Arriaga, casi
entrando a Oaxaca. Cuando nos bajamos
estábamos felices porque estaríamos más
seguros con la caravana. Aparte de felices,
estábamos sorprendidos porque había
muchas personas de diferentes países y
continentes. Yo en lo personal estaba muy
emocionado porque estaba cumpliendo
unos de mis sueños que era conocer
México, ya que me gusta mucho su cultura
y su comida. Yo siempre he sido de las
personas a las que le gusta conocer nuevos
lugares y tener nuevas experiencias, ya
sean buenas o malas.
Yo tenía esa energía de poder continuar
con el camino. Aunque sabía que iba a ser
duro no me importaba lo que podía pasar,
simplemente quería seguir adelante.
Durante el camino conocimos a gente
de Colombia, la República Dominicana,
Perú, hasta de África y muchos otros
centroamericanos. Hicimos varios amigos
que se nos unieron. Entre el grupo grande
armamos uno más pequeño de 7 personas
de origen hondureño. Uno se llamaba
Pedro de 39 años; otro era Franklin de 25
años; un chico de 17 años que se llamaba
Edwin y al que le decíamos “el negro”; Omar
de 35 años que le decíamos “el viejo’’; otro
que no recuerdo su nombre, mi hermano
y yo. Con ellos hicimos todo el viaje por el
país de México. Nunca nos separamos, o
cuando eso pasaba siempre nos volvíamos
a encontrar en las estaciones donde la
caravana se detenía para descansar y pasar
la noche. Nos teníamos mucha confianza
y nos hacíamos bromas para disfrutar del
recorrido.
El viaje estuvo muy difícil pero, a pesar
de eso, mi hermano y yo nunca nos
dimos por vencidos. Había noches que
dormíamos en el suelo solo con nuestra
ropa. Otros días en que no comíamos
nada y caminábamos muchos kilómetros
bajo el sol. El día que más caminamos
recuerdo que salimos a las 3 de la mañana
para llegar a la siguiente estación donde
la caravana se dirigía. Seguimos hasta
las 7 de la tarde y en total recorrimos 55
kilómetros, descansando 5 minutos las
veces en que nos sentíamos exhaustos.
Muchas personas que nos ayudaron en el
camino con agua o comida siempre nos
preguntaban que por qué migramos de
Honduras y nosotros les explicábamos
que al menos en nuestro país hay mucha
delincuencia y corrupción. Al gobierno
no le interesa si alguien necesita medicina
en los hospitales o una mejor educación
en las escuelas. Los políticos se roban todo
el dinero de los impuestos y del seguro
social. También hay muchas pandillas que
ya se volvieron organizaciones delictivas
que utilizan a personas inocentes para
hacer sus trabajos sucios. Como no hay
mucho empleo en mi país las pandillas
se aprovechan de los demás. Para que
no se mueran de hambre, las personas
necesitadas acceden a esos trabajos como
única opción para poder llevar el sustento
a sus hogares.
Algunos decían que por qué no podíamos
cambiar el gobierno de nuestro país,
que todas las personas que migraron se
hubieran unido para poder haberlo hecho.
Nosotros le contestamos que eso fue lo
que pasó en mi pueblo. En todo Honduras
se rebelaron contra tantas injusticias
pero sucedieron muchas masacres a
causa de la rebelión. El gobierno se había
comprado a la policía militar y a ellos
no les importaba el bienestar del pueblo,
simplemente el dinero que se les daba por
cumplir con lo que les mandaba hacer
los corruptos. Entonces ahora el pueblo
vive más reprimido, no puede luchar por
sus derechos porque se lleva el riesgo
de morir. Que uno termine muerto no
cambiará nada sobre la situación que se
vive en mi país.
Muchas personas que nos hacían estas
preguntas entendieron las razones por
las cuales el año pasado más de 20 mil
migrantes centroamericanos salieron en
busca de un mejor futuro.
Puedo decir que el gobierno de México
fue muy bueno con todos los migrantes y
nos dieron mucho apoyo. Hubo muchas
ocasiones en las que abrían centros de
albergues para que la caravana pudieran
comer, descansar y recibir servicios
médicos para las personas que lo
necesitaban. También nos ayudaron con
colchones y cobijas para que pudiéramos
descansar de una manera más o menos
digna. Aparte de todo eso el gobierno de
México nos dio el pase libre para que toda
la caravana pudiera seguir hasta la frontera
sin que hubiera personas deportadas y con
una mayor protección. Cuando veníamos
en camino siempre venía una patrulla
policial adelante y otra atrás de los grupos
de personas para prevenir cualquier
intento de secuestro o extorsión. En
cada estación que nosotros hacíamos nos
estaban esperando con los brazos abiertos.
Había días que caminábamos y otras
veces mucha gente con ganas de ayudar
nos daban un empujón en sus carros y
camiones. Gracias a esas personas amables
nosotros podíamos avanzar más y más.
Conocí muchos estados de México
desde el sur de Chiapas, pasando por
Oaxaca, subiendo a Puebla y la Ciudad
de México, Veracruz, Hidalgo, Queretaro,
Michoacan, Guanajuato, Jalisco, Nayarit,
Sinaloa, Sonora y mi última estación que
fue Baja California. Fue un largo viaje
con mi hermano y los amigos que nos
acompañaron en el camino, sin separamos,
todos juntos, hasta la frontera de México y
Estados Unidos que se llama Tijuana, en
Baja California.
Todo ese viaje duró 14 días de camino.
Llegamos a la frontera el martes 30 de
octubre y a las 3 de la tarde nos bajamos
en el centro de Tijuana. Recuerdo que los
primeros éramos un grupo de 200 personas
aproximadamente y todos decidimos irnos
para la playa que nos quedaba a 2 horas.
Cuando íbamos caminando se podía ver
la barda que divide las dos naciones.
Durante todo el camino siempre
hablábamos con mi mamá, pero ese día fue
especial. La llamamos para darle la gran
noticia: que ya estábamos en la frontera y
que todo había salido bien. Mi madre de
lo feliz que estaba empezó a llorar de la
emoción.
Lo que me sorprendió fue ver a mi
hermano que se soltó en lágrimas, porque
él sabía todo lo que luchamos para poder
llegar a ese lugar. Fue la única vez que lo
he visto llorar de esa manera. Y, pues, yo
soy una persona mas fria. Aún así no voy a
negar que lloré un poco. Eran lágrimas de
alivio al saber que todo estaba bien.
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