puño & letra Spring 2020 | Page 22

texto: BRIAM ALVAREZ diseño: HILARIO GONZALEZ El viaje de mi vida Todo comenzó un día martes 16 de octubre del año 2018. Estaba en casa jugando billar con mi hermano mayor. Él es una persona a la que le tengo mucha confianza y nos divertíamos mucho porque hacíamos muchas cosas juntos. Ese día estábamos jugando tranquilos y viendo las noticias en las cuales hablaban sobre la migración. Muchas personas salían de mi país por falta de trabajo y por la delincuencia y buscaban un futuro mejor. Era mi turno y me incliné a pegarle a la bola número 13 de color naranja. Yo iba ganándole a mi hermano por muchos puntos cuando de repente me dice con las siguientes palabras, “Bro, vámonos para la USA”. Muy sorprendido le contesté, “¿En serio, bro?’’, y me respondió “Claro que sí”. En ese momento pensé que solo era una broma, pero le dije que me parecía una buena idea y que donde fuera él que yo siempre estaría a su lado. Se finalizó el juego y, pues yo le gané. Al llegar la noche, mi hermano me dijo que teníamos que hablar con nuestra mamá sobre la idea que teníamos. Ella tiene 52 años y es una persona super especial. Es cariñosa y le gusta ayudar a quien lo necesita. Sobre todo es divertida y tiene la mente abierta para hablar de lo que sea. Nos sentamos con ella para conversar sobre la idea que teniamos y pues ella se sorprendió mucho. Nos preguntó si realmente era en serio todo lo que le habíamos contado. Nosotros le respondimos que sí, ella se quedó callada un buen rato. Después nos contestó con una expresión en su rostro muy triste que nos apoyaba en todo lo que nosotros decidíamos. Ella quería saber cuándo nos iríamos. Mi hermano muy serio le afirmó que saldríamos al día siguiente. En ese momento me di cuenta que no era solo una broma lo que estaba diciendo. “¿Por qué tan rápido?” respondió nuestra mamá, y mi hermano le explicó que era para alcanzar unas caravanas de migrantes que en esas fechas estaban saliendo del país. Esas nos servirían para tomar ventaja y estar protegidos. Mi mamá es una persona que siempre ha luchado por todas las cosas que hoy en día tiene y aunque un poco asustada, le parecía buena idea. En ese entonces la decisión ya estaba tomada. Llegó el día esperado. Yo tenía lista mi maleta por la mañana. Era solo una mochila con lo más importante: cosas de higiene y de primeros auxilios. Mi mamá se me acercó, “Hijo por favor cuídense mucho”. Yo le respondí que no se preocupara, que todo estaría bien, sin poder mostrar lo contrario. No quise despedirme de mis amigos y de ninguna persona cercana a mí, porque quería estar cerca de mi madre por última vez. Eran las 7:30 de la noche y salimos de la estación de autobuses en el centro de Tegucigalpa, rumbo a nuestro viaje. Ya estábamos listos para tomar el autobús que nos llevaría hasta la frontera de Guatemala. Vi a mi madre con lágrimas en los ojos y le dimos un fuerte abrazo de despedida. Bueno, no de despedida sino de “hasta pronto”. Abordamos y salimos a las 8:30 pm del miércoles 17 de octubre del año 2018. Recuerdo ese día como si hubiera sido ayer. Llevábamos 2 horas de recorrido cuando yo le pregunté a mi hermano que si estaba listo y él me respondió que sí, que desde el momento en que tomó la decisión de salir. Este tramo nos duró 11 horas. Como a las 6 de la mañana del siguiente día, el autobús nos dejó en Aguas Calientes, que está en la frontera. Salimos de Honduras y desde ahí comenzó nuestro paso por el país de Guatemala. Cuando cruzamos nos subimos a otro autobús que nos llevó hasta un lugar que se llama “Escuintla’’. Allí tuvimos que pasar la noche ya que en Guatemala el transporte no viaja hasta muy tarde en algunas partes. Esa noche nos quedamos durmiendo en una estación de gas sin conocer nada y sin saber qué nos podía pasar pero aun así nos tocó. Al día siguiente me desperté antes de las 6 de la mañana. Vi a mi hermano con una expresión en su rostro muy triste. Yo le pregunté qué sucedía y me dijo que tenía ganas de llorar porque era la primera vez que dormía en la calle, pero sabía que no iba a ser la última vez porque faltaba mucho recorrido. No supe qué decirle. Comprendí lo que sentía mi hermano. A pesar de que él es mayor que yo por 3 años, tengo muchas aventuras, digamos. Así además a él siempre le han dado todo lo que pedía. Solo le dije que no se preocupara, que todo estaría bien y que lo tomara como una experiencia más en su vida. Le compartí un poco del pan con pollo que había comprado de alguién que se subió a vender comida. Me costó 25 quetzales y la verdad, estaba más o menos, pero sació el hambre de los dos. Tecún Umán quedaba a unas diez largas horas de viajes en la frontera de Guatemala con el estado de Chiapas en México.Teníamos que pasar un río en una canoa de estas que utilizan para la pesca. En este caso servían para cruzar personas de una ribera a otra, y cobraban unos mil quetzales por el servicio. Pero en fin nosotros no fuimos por ese lado de la frontera ya que habían muchas personas esperando y podríamos perder mucho tiempo. Entonces nos dijo un señor buena onda que trabajaba allí que él nos podía llevar por otra parte que estaba más vacía. Accedimos a esa propuesta y el señor nos llevó río abajo a ’Limones’ y ya nos estaban esperando con una canoa lista. Le pagamos a las personas, le dimos las gracias y ellos nos dijeron que tuviéramos suerte en el viaje.