texto: BRIAM ALVAREZ
diseño: HILARIO GONZALEZ
El viaje de mi vida
Todo comenzó un día martes 16 de
octubre del año 2018.
Estaba en casa jugando billar con mi
hermano mayor. Él es una persona a
la que le tengo mucha confianza y nos
divertíamos mucho porque hacíamos
muchas cosas juntos. Ese día estábamos
jugando tranquilos y viendo las noticias
en las cuales hablaban sobre la migración.
Muchas personas salían de mi país por
falta de trabajo y por la delincuencia y
buscaban un futuro mejor.
Era mi turno y me incliné a pegarle a la
bola número 13 de color naranja. Yo iba
ganándole a mi hermano por muchos
puntos cuando de repente me dice con las
siguientes palabras, “Bro, vámonos para la
USA”. Muy sorprendido le contesté, “¿En
serio, bro?’’, y me respondió “Claro que sí”.
En ese momento pensé que solo era una
broma, pero le dije que me parecía una
buena idea y que donde fuera él que yo
siempre estaría a su lado.
Se finalizó el juego y, pues yo le gané.
Al llegar la noche, mi hermano me dijo que
teníamos que hablar con nuestra mamá
sobre la idea que teníamos. Ella tiene
52 años y es una persona super especial.
Es cariñosa y le gusta ayudar a quien lo
necesita. Sobre todo es divertida y tiene la
mente abierta para hablar de lo que sea.
Nos sentamos con ella para conversar
sobre la idea que teniamos y pues ella se
sorprendió mucho.
Nos preguntó si realmente era en serio
todo lo que le habíamos contado. Nosotros
le respondimos que sí, ella se quedó callada
un buen rato. Después nos contestó con
una expresión en su rostro muy triste
que nos apoyaba en todo lo que nosotros
decidíamos. Ella quería saber cuándo nos
iríamos. Mi hermano muy serio le afirmó
que saldríamos al día siguiente. En ese
momento me di cuenta que no era solo
una broma lo que estaba diciendo.
“¿Por qué tan rápido?” respondió nuestra
mamá, y mi hermano le explicó que era
para alcanzar unas caravanas de migrantes
que en esas fechas estaban saliendo del
país. Esas nos servirían para tomar ventaja
y estar protegidos. Mi mamá es una
persona que siempre ha luchado por todas
las cosas que hoy en día tiene y aunque un
poco asustada, le parecía buena idea. En
ese entonces la decisión ya estaba tomada.
Llegó el día esperado. Yo tenía lista mi
maleta por la mañana. Era solo una
mochila con lo más importante: cosas
de higiene y de primeros auxilios. Mi
mamá se me acercó, “Hijo por favor
cuídense mucho”. Yo le respondí que no
se preocupara, que todo estaría bien, sin
poder mostrar lo contrario. No quise
despedirme de mis amigos y de ninguna
persona cercana a mí, porque quería estar
cerca de mi madre por última vez.
Eran las 7:30 de la noche y salimos de
la estación de autobuses en el centro de
Tegucigalpa, rumbo a nuestro viaje. Ya
estábamos listos para tomar el autobús
que nos llevaría hasta la frontera de
Guatemala. Vi a mi madre con lágrimas
en los ojos y le dimos un fuerte abrazo de
despedida. Bueno, no de despedida sino
de “hasta pronto”. Abordamos y salimos
a las 8:30 pm del miércoles 17 de octubre
del año 2018. Recuerdo ese día como si
hubiera sido ayer.
Llevábamos 2 horas de recorrido cuando
yo le pregunté a mi hermano que si estaba
listo y él me respondió que sí, que desde
el momento en que tomó la decisión de
salir. Este tramo nos duró 11 horas. Como
a las 6 de la mañana del siguiente día, el
autobús nos dejó en Aguas Calientes, que
está en la frontera. Salimos de Honduras
y desde ahí comenzó nuestro paso por el
país de Guatemala.
Cuando cruzamos nos subimos a otro
autobús que nos llevó hasta un lugar que se
llama “Escuintla’’. Allí tuvimos que pasar la
noche ya que en Guatemala el transporte
no viaja hasta muy tarde en algunas partes.
Esa noche nos quedamos durmiendo en
una estación de gas sin conocer nada y sin
saber qué nos podía pasar pero aun así nos
tocó. Al día siguiente me desperté antes
de las 6 de la mañana. Vi a mi hermano
con una expresión en su rostro muy triste.
Yo le pregunté qué sucedía y me dijo que
tenía ganas de llorar porque era la primera
vez que dormía en la calle, pero sabía que
no iba a ser la última vez porque faltaba
mucho recorrido.
No supe qué decirle. Comprendí lo que
sentía mi hermano. A pesar de que él es
mayor que yo por 3 años, tengo muchas
aventuras, digamos. Así además a él
siempre le han dado todo lo que pedía.
Solo le dije que no se preocupara, que
todo estaría bien y que lo tomara como
una experiencia más en su vida. Le
compartí un poco del pan con pollo que
había comprado de alguién que se subió a
vender comida. Me costó 25 quetzales y la
verdad, estaba más o menos, pero sació el
hambre de los dos.
Tecún Umán quedaba a unas diez
largas horas de viajes en la frontera de
Guatemala con el estado de Chiapas en
México.Teníamos que pasar un río en
una canoa de estas que utilizan para la
pesca. En este caso servían para cruzar
personas de una ribera a otra, y cobraban
unos mil quetzales por el servicio. Pero en
fin nosotros no fuimos por ese lado de la
frontera ya que habían muchas personas
esperando y podríamos perder mucho
tiempo. Entonces nos dijo un señor buena
onda que trabajaba allí que él nos podía
llevar por otra parte que estaba más vacía.
Accedimos a esa propuesta y el señor
nos llevó río abajo a ’Limones’ y ya nos
estaban esperando con una canoa lista.
Le pagamos a las personas, le dimos las
gracias y ellos nos dijeron que tuviéramos
suerte en el viaje.