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EL LEGADO DE

KARL LANSDTEINER

¿QUIÉN FUE?

Karl Landsteiner nació en Viena tal día como hoy, 14 de junio, hace 148 años. Hijo de Leopold Landsteiner, abogado, periodista y editor, se quedó huérfano a los seis años y fue criado por su madre. Como curiosidad, se cuenta que guardó una 'mascarilla funeraria' de su madre colgada en la pared durante toda su vida.

SANGRE DE MI SANGRE

En 1875, Landois se había dado cuenta de que cuando los hombres recibían trasfusiones sanguíneas de otros animales, esa sangre de agrupaba y acababa por destruir los vasos sanguíneos. Entre los años 1901 y 1903, Landsteiner se dio

cuenta de que una reacción idéntica ocurría también con la sangre de otros seres humanos y que precisamente esa era la causa de los shocks, ictericias y hemoglobinurias que se habían dado frecuentemente en intentos anteriores de transfusiones sanguíneas. No solo eso, Landteiner se dió cuenta que había ciertas características sanguíneas que se heredaban y que podían llegar a usarse para determinar la paternidad de alguien cuando fuera dudosa.

No le hicieron demasiado caso hasta que, en 1909, consiguió identificar los cuatro grandes grupos sanguíneos que hoy conocemos (A, B, AB y 0) y demostró que las transfusiones dentro de esos grupos eran seguras. Landsteiner recibió el Nobel de Medicina por esto en 1930 y muy merecidamente. Pocas veces cuatro pipetas en un laboratorio han tenido un impacto tan positivo en la historia de la humanidad.

SU LEGADO NOS DEJÓ

Las primeras transfusiones con los criterios de compatibilidad de Landsteiner se realizaron en el Hospital Monte Sinaí de Nueva York en 1907, realizadas por el cirujano Reuben Ottenberg.

En Buenos Aires (Argentina), el 9 de noviembre de 1914, E. Merlo, a la sazón administrador académico de la Clínica Médica de la Universidad de Buenos Aires, realizó con éxito la primera transfusión indirecta en un ser humano utilizando el método del Dr. Luis Agote. El donante fue R. Mosquera, un portero del establecimiento.

En 1916, en el mencionado hospital Monte Sinaí, el cirujano Richard Lewisohn utilizó con éxito el anticoagulante citrato sódico para conservar las muestras refrigeradas durante dos o tres semanas, lo que abrió la posibilidad de almacenar la sangre en bancos. Las transfusiones con este método salvarían miles de vidas durante la Primera Guerra Mundial.

Desde entonces, numerosos investigadores como Alexis Carrel, George Washington Crile, y Lester J. Unger pusieron a punto nuevas técnicas para optimizar la transfusión sanguínea.

En 1930, las aportaciones de Landsteiner obtuvieron reconocimiento internacional de la comunidad científica, cuando fue galardonado por la Academia Sueca con el Premio Nobel de Medicina y Fisiología.