proceso de paz en colombia Cartilla _Todo lo que debería saber sobre el proce | Page 14

Mitos & realidades sobre el Proceso de Conversaciones Humberto de la Calle, Jefe de la Delegación del Gobierno Nacional Algunos opositores al proceso de diálogo en La Habana han puesto a circular versiones falsas y mitos inverosímiles sobre su verdadero alcance. Vamos a esclarecer enseguida las principales leyendas. Primero. En La Habana están entregando el país. Nada más alejado de la realidad. En pri- mer término, las conversaciones se han venido ciñendo estrictamente a los puntos pactados en el Acuerdo General de La Habana del 26 de agosto de 2012. Ambas partes encontraron que estos puntos son eficientes y suficientes para poner fin al conflicto y abrir, sin armas, una etapa amplia de transformaciones con garan- tías plenas para el movimiento que surja de las FARC y entre en la política. En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, no hay que confundir las interven- ciones habituales de las FARC a través de las cuales dan a conocer las más disímiles posicio- 14 nes políticas, con lo que ocurre en la Mesa de Conversaciones. En tercer lugar, lo pactado hasta ahora en los dos primeros puntos de la Agenda, si bien con- tiene puntos trascendentales para una reforma rural integral y para una nueva apertura demo- crática, está inscrito fielmente en el ideario del Estado Social de Derecho. Segundo. Viene una reducción de las fuer- zas armadas y un recorte de su estatus como consecuencia de la terminación del conflicto. Totalmente falso. La estructura y el funciona- miento de las fuerzas armadas fue específica- mente excluido de las conversaciones. Mientras duran las discusiones las fuerzas armadas seguirán operando a plenitud y si se llega a un acuerdo, ellas continuarán cumpliendo con su mandato constitucional en un contexto de paz. Tercero. La reforma rural integral afecta la propiedad privada. Los acuerdos buscan que el mayor número de habitantes del campo sin tierra o con tierra insuficiente, puedan acce- der a ella, mediante la creación de un Fondo de Tierras para la Paz, acompañado de planes en vivienda, agua potable, asistencia técnica, capacitación, educación, adecuación de tierras, infraestructura y recuperación de suelos. Todo esto se hará con pleno respeto por la propiedad privada y el Estado de Derecho. La principal fuente de tierras aptas para la reforma rural provendrá de la recuperación por parte del Estado de tierras que hoy poseen narcotrafi- cantes y delicuentes. Los propietarios legales nada tienen que temer. Cuarto. Las conversaciones son clan- destinas, de espaldas al país. La experien- cia mundial y colombiana indica que para que estas conversaciones fructifiquen es necesaria una dosis de confidencialidad. Negociar por los micrófonos es la mejor forma de frustrar el proceso. Pero tal como está acordado por ambas partes, un Acuerdo final debe ser sometido a refrendación de toda la ciudadanía, previo un período de discusión abierta y profunda. Nada se hará a espaldas del país. No obstante lo anterior, sin eliminar ese principio básico, se ha brindado información adecuada. El Jefe de la Delegación del gobierno ha realizado 33 intervenciones desde la instalación de la Mesa de Conversaciones en La Habana. Ambas partes dieron a la publicidad sendos informes bastante completos sobre los dos puntos acordados. En desarrollo de la Agenda se han celebrado foros amplios y pluralistas sobre tres puntos de la Agenda, los dos últimos sobre el problema mun- dial de las drogas. Las delegaciones definieron tres mecanismos de participación ciudadana: a) un mecanismo de recepción de propuestas sobre los puntos de la agenda de ciudadanos y organizaciones, por medios físicos o electróni- cos, b) la realización de consultas directas para recibir propuestas sobre dichos puntos, y c) la delegación en un tercero la organización de espacios de participación. Quinto. Habrá impunidad para los res- ponsables de crímenes contra la humani- dad. El Marco Jurídico para la Paz contempla los límites generales de una estrategia integral de justicia transicional que necesariamente ten- drá que enmarcarse en las obligaciones interna- cionales del Estado colombiano. La integralidad se refiere, por un lado, a lograr una aplicación coherente de una serie de distintas medidas judiciales y extrajudiciales para la satisfacción de los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición; y de otro, a permitir la reintegración sostenible de los ex combatientes a la vida civil. Todo el esfuerzo que adelanta el Gobierno para lograr la terminación del conflicto debe concluir en un fortalecimiento integral de la justicia y el imperio de la ley en todo el territorio nacional, lo cual es la verdadera garantía de no repetición. El tratamiento jurídico de quienes hayan partici- pado en graves violaciones a los DDHH en la fase de transición depende de su disposición a recono- cer su responsabilidad, hacer frente a sus víctimas y participar activamente en la reconstrucción de la verdad y la reparación de las víctimas. En contextos como el colombiano, en donde se requiere hacer frente a un legado de graves y sis- temáticas violaciones a los derechos humanos, una estrategia seria de lucha contra la impu- nidad supone reconocer los límites del proceso penal y multiplicar los esfuerzos a través de distintos tipos de mecanismos. Más allá del número de procesos penales y los años de pri- vación de la libertad, la verdadera lucha contra la impunidad se concentra en develar qué fue lo que sucedió y por qué; reconocer a las víctimas y repararlas integralmente de manera pronta; y atribuir responsabilidad a los máximos respon- sables de los crímenes internacionales, a través de mecanismos públicos, de fácil acceso, con decisiones prontas y claras, que le permitan a las víctimas y a la sociedad en general, volver a confiar en las instituciones. En resumen, la justicia transicional no es un acto de resignación y de concesiones a los vic- timarios, más bien es una oportunidad para hacer frente de manera definitiva a un legado de gravísimas violaciones a los derechos huma- nos y arraigar por fin el Estado de Derecho en todo el territorio nacional. Conclusión. Bienvenida la crítica. Finalmente, como se dijo, serán los colombianos los que decidan el rumbo. Pero, entre tanto, es necesario un esfuerzo leal para que la discusión se base en hechos ciertos y no en mitos y leyendas propalados en contra de la realidad. 15