Practica 1 Noviembre 2014 | Page 7

Actualmente, la galería de arte contemporáneo más alta del mundo (avalada por el World Records Guinness)1 denominada Nautilus, se encuentra en el campamento base del Mt. Aconcagua (Argentina) a 4300 m. de altura.

Si se trata de una galería de arte comercial, ésta de acuerdo con el artista conservará en su stock un número de trabajos para ser ofrecidas al público.

Ernesto Neto (Río de Janeiro, 1964) es un artista al que resulta fácil seguir desde que, a finales de los años 90, define una obra ágil, atractiva y personal que suscita el interés de comisarios e instituciones. Entonces era un joven brasileño que defendía una escultura vitalista y sensual, con el cuerpo, la piel, el tiempo, la energía o el paisaje como argumentos de reflexión; hoy, a punto de cumplir el medio siglo, ha cambiado vehemencia por seguridad pero se mantiene fiel a unos principios a los que no renuncia, empezando por el compromiso de acercar arte y vida. Le comento que llama la atención la sintonía que tiene con los museos y centros de arte, y lo razona: “No estamos en el tiempo en el que el destino de una obra era un mecenas o un coleccionista, hoy el arte se mide ante un público que marca un territorio y pide un acontecimiento que sucede en la exposición. Ahora, la manifestación artística acontece en el museo y artista e institución trabajamos para el público, que es el receptor de la obra.

Mi relación con las instituciones es muy fuerte, porque mi obra tiene una relación intensa con el público, y los responsables de las instituciones lo perciben. Que me inviten a colaborar resulta muy estimulante para el desarrollo de mi trabajo porque me enfrenta a públicos distintos, de diferentes países”.

D

esde su arranque, los proyectos se suceden hasta suscitar el interés de instituciones cada vez más complejas, como el Museo Guggenheim de Bilbao, que le propuso realizar una amplia retrospectiva en cuya definición participa el artista de forma activa. Lo comenta mientras pasea por las salas: “Hay un cambio de presión cuando llegas a una institución como ésta: un peso mayor, una responsabilidad adicional, una cobranza que no percibía cuando tomaba decisiones en instituciones como el CGAC, el ICA de Londres o el Dundee Contemporart Art. Cuando trabajas para una institución como el MoMA de Nueva York o el Guggenheim, eres consciente de que ellos están acostumbrados a fijar una relación más distante, más fría, entre el público y las obras, visible en el modo de disponer sus exposiciones, y que, por lo tanto, arriesgan al incorporar otros planteamientos, una relación muy cercana y activa entre público y obra, que es lo que yo propongo”.