POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS Hemingway,Por quien doblan las campanas (1) | Page 199

—¡Pobre! –dijo ella–. Por culpa de los caballos, ¿no? —Probablemente. —¡Pobre! –exclamó Pilar. Luego añadió–: Rafael me ha contado montones de puñeterías sobre los movimientos de la caballería. ¿Qué fue lo que pasó? —Una patrulla y un destacamento. —¿Hasta dónde llegaron? Robert Jordan señaló el lugar en donde se había detenido la patrulla y el refugio de la ametralladora. Desde el lugar en que estaban podían ver una bota de Agustín que asomaba por debajo del refugio de ramas. —El gitano me ha contado que llegaron tan cerca de vosotros, que el cañón de la ametralladora tocaba el pecho del caballo del jefe –cortó Pilar–. ¡Qué gitanos! Tus prismáticos estaban en la cueva. —¿Has recogido todas las cosas? —Todo lo que se puede llevar. ¿Hay noticias de Pablo? —Les llevaba cuarenta minutos de ventaja. Le iban siguiendo las huellas. Pilar sonrió y le soltó la mano. —No le encontrarán nunca. Lo malo es el Sordo. ¿No se puede hacer nada? —Nada. —¡Pobre! –exclamó ella–. Quería mucho al Sordo. ¿Estás seguro, seguro de que está j...? —Sí, he visto mucha caballería. —¿Más de la que vino por aquí? —Un destacamento más que subía allá arriba. —Escucha –dijo Pilar–. ¡Pobre, pobre Sordo! Escucharon el tiroteo. —Primitivo quería ir –dijo Robert Jordan. —¿Estás loco? –preguntó Pilar al hombre de la cara aplastada–. ¿Qué clase de locos estamos criando por aquí? —Querría ir a ayudarles. —¡Qué va! Otro romántico. ¿No te parece que vas a morir lo bastante aprisa sin necesidad de hacer viajes inútiles? Robert Jordan la miró, observó su cara, ancha y morena, con los pómulos altos, como los de los indios, los ojos oscuros, muy separados, y la boca burlona, con el labio inferior grueso y amargo. —Pórtate como un hombre –le dijo a Primitivo–. Como una persona mayor. Piensa en tus cabellos grises. —No te burles de mí –dijo Primitivo hoscamente–. Por poco corazón y poca imaginación que uno tenga... —Hay que aprender a hacerlos callar –dijo Pilar–. Ya morirás pronto con nosotros, hombre; no hay necesidad de ir a buscar complicaciones con los forasteros. En cuanto a la imaginación, el gitano la tiene para todos. Vaya un puñetero romance que me ha contado. —Si hubieras visto lo que pasó no hablarías de romance –dijo Primitivo–. Nos hemos escapado por un pelo. —¡Qué va! –siguió Pilar–. Algunos jinetes llegaron hasta aquí y luego se fueron y vosotros os habéis creído unos héroes. A eso hemos llegado, a fuerza de no hacer nada. —¿Y eso del Sordo no es grave? –preguntó Primitivo con desprecio. Sufría visiblemente cada vez que el viento le llevaba el ruido del tiroteo, y hubiera querido ir allí o al menos que Pilar se callara y le dejase en paz. —¿Total, qué? –dijo Pilar–. Le ha llegado, así es que no pierdas tus c... por la desdicha de los otros. . Vete a la mierda –dijo Primitivo–; hay mujeres de una estupidez y una brutalidad insoportables. .–Es para hacer juego con los hombres de pocos c... –replicó Pilar–. Si no hay nada que ver, me iré.