Perifèria
CristianismePostmodernitatGlobalització
Populismos
Jordi Corominas i Joan Albert Vicens
Justificando la metáfora fantasmal mar-
xista, los nuevos populismos atemorizan
a una buena parte de la población, de-
mocrática y progresista, que reconoce en
ellos el rostro cadavérico del fascismo,
pero también es cierto que ilusionan con
la promesa de reformas radicales a otros
sectores sociales que ya no esperan nada
de las ideologías moderadas que han go-
bernado Occidente desde la Segunda
Guerra Mundial.
Un fantasma recorre Europa: el fantasma
del populismo. En realidad, el populismo
es hoy una realidad menos fantasmal
que el incipiente movimiento comunista
de mediados del siglo XIX al que se re-
ferían en términos análogos Marx y En-
gels en el Manifiesto comunista. No es
sólo que haya gobiernos populistas en
Estados Unidos, Brasil, Polonia o Hun-
gría, y que los partidos populistas ganen
terreno en muchos parlamentos euro-
peos, entre ellos el español (donde ya
representan el 15% del electorado), sino
que el populismo fluye y se ramifica en
formas y combinaciones de todo tipo:
izquierda y derecha, fuerzas religiosas y
seculares, movimientos nacionalistas y
patriotismos de estado. Entre todas las
fórmulas, hoy triunfan los populismos de
extrema derecha.
El populismo de extrema derecha se pre-
senta como una alternativa casi revolucio-
naria, como un nuevo movimiento político
capaz de restaurar el orgullo de las nacio-
nes y de proteger su identidad, la cultura
y la economía nacionales, contra los di-
namismos amenazadores de la sociedad
global: los mercados financieros, los inte-
reses de las transnacionales, la hegemo-
nía de las organizaciones supranaciona-
les (UE, OCDE, ONU ...), los movimientos
migratorios, el transculturalismo o la sosa
y expansiva cultura mundial que marca
la vida de la gente mucho más que los
tópicos y las tradiciones con las que se
identificaban las generaciones anteriores.
De momento, la mayoría de los populis-
mos compiten dentro de un cierto orden
democrático y suscriben algunos de los
elementos básicos de la democracia:
elecciones libres, pluralismo político, li-
bertad de expresión. El peligro es que
el experimento populista nos lleve a una
degradación grave de la democracia y
hacia fórmulas autoritarias. No debemos
olvidar, como nos advierte el historiador
mexicano Enrique Krauze, que la demo-
cracia es un sistema mortal.
Los nuevos populismos articulan su men-
saje político con un lenguaje llamativo y
demagógico, tejen un argumentario lle-
no de simplificaciones, medias verda-
des y mentiras clamorosas, descartan la
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