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En esta vida casi todo tiene un límite, una línea inquebrantable que separa lo que está bien hecho de lo que no.
Quizás esta demarcación no es la misma para todos los seres humanos del planeta pero algunos de los puntos de dicho trazado imaginario los deberíamos compartir.
En el reciente partido de Liga de Campeones entre el Nordsjaelland y el Shakhtar Donetsk, Luiz Adriano borró –y de qué forma- alguno de los puntos que forman su línea imaginaria.
Después de que el árbitro detuviera el juego para atender a un jugador local, el Shakhtar decidió devolver deportivamente el balón al campo danés y, para sorpresa de todos, Luiz Adriano cogió ese esférico cedido, que llegaba al área del Nordsjaelland, para batir al portero y marcar un gol.
Esta es una de esas acciones que te deja anonadado. Parece imposible que haya sucedido. La acción no daba pie a jugar con picardía pero Luiz Adriano no lo entendió así.
Encima, la reacción del brasileño al acabar el partido no fue otra que la de sentirse orgulloso de su gol antideportivo y, además, tardar 2 días en reconocer su mala acción y pedir disculpas.
¿Qué representa este perdón? ¿Soluciona la situación? Os lo voy a explicar con un pequeño cuento: Erase una vez un niño que se portaba muy mal. Cada vez que hacía algo incorrecto sus padres le obligaban a clavar una chincheta en la pared.
Poco a poco el niño aprendió a pedir perdón y por cada disculpa que era capaz
de pedir los padres le dejaban sacar de
la pared una de las chinchetas.
Llegó un día en que el niño ya no tenía chinchetas en la pared y fue a sus padres orgulloso de haber conseguido quitarlas todas. Los padres preguntaron al niño qué veía en la pared y la respuesta fue que ya no había nada.
Pero los padres demostraron a su hijo que estaba equivocado. En la pared habían quedado unos agujeros que no hubiesen existido nunca si no se hubiera comportado incorrectamente. Y eso mismo que pasa en la vida, demostrado por esos agujeros que dejan las chinchetas, es lo que pasa en el deporte.
Una mala acción por mucho que vaya acompañada de posteriores disculpas no queda olvidada, así que una acción como la de Luiz Adriano debe pensarse dos veces antes de ser realizada.
El deporte es una escuela de vida capaz de albergar los mejores valores de las personas: el sentimiento de equipo, el esfuerzo, la superación, la solidaridad y un sinfín de atributos que nos hacen ser mejores. Pero también saca a la luz nuestros peores defectos. Así que recordemos: no debemos clavar chinchetas para no dejar agujeros…
ESTHER MARCO
La opinion de... Esther Marco