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El Tenor Continental, El Samurai de la Canción, eran títulos de cariño con los cuales se conocía a Pedro Cruz Mata,( 1906-1989) su verdadero nombre. César del Vasto
HISTORIADOR
Su primera visita a nuestra querida tierra data del 3 de septiembre de 1941, al arribar para una presentación el día 4, anunciada ya desde el 31 de agosto en el diario La Estrella de Panamá. Actuaría con el compositor Pepe Agueros, al frente de la Gran Orquesta Nacional, y con Pablito y Lilón, una pareja de rumbas, danzones y sones cubanos, acompañados de bongoseros y timbadores. El espectáculo se presentaría así, de 1.30 a 6 p. m. la primera tanda, actuando Pedro |
a las 5, y la función de la noche— iniciada desde las siete— con Pedro y su show a las 9.15. |
Este espectáculo se presentó en el teatro( cine) Tropical, fundado en 1939, anunciado como un « Espectáculo exclusivo de la empresa Canosa ».
No sería la única presentación del Tenor de las Américas: retornaría en varias ocasiones, unas en programas de giras y otras por asuntos personales.
Pedro Vargas se presentó en los mejores teatros de la capital y también en los night clubs panameños de moda de los años cincuenta hasta los setenta.
Aprendió a conocer nuestra tierra a través de sus mejores hijos, incluso los músicos y compositores.
Entre los temas panameños grabados a nuestros compositores están: Qué está sucediendo contigo( Carlos Eleta A.), Esperándote( Arturo Hassán) y No hicieron falta palabras, enalteciendo aún más los valores musicales patrios.
Existe un testimonio de Carlos A. Rodríguez:
En la mañana del 25 de junio de 1966— ese año en agosto sería condecorado por el presidente Marcos A. Robles con la orden Vasco Núñez de Balboa en el grado de Gran Cruz—, me llamó mi amigo Lindy Paredes, por esa época gerente de Televisora Nacional( Canal 2), para invitarnos a almorzar en el Gran China de la Avenida Balboa a Enrique Jiménez hijo y a mí con Don Pedro Vargas.
No lo había conocido antes, pero tenía la impresión de que era un hombre corto en el hablar
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y que sería el almuerzo un“ embarque”. ¡ Qué equivocación la mía!
Don Pedro Vargas era un gran conversador con un fino sentido del humor. Él no tenía, me di cuenta, complejos y frecuentemente se burlaba de sí mismo.
Recuerdo muy bien que entre los“ chistes” que nos contaba había uno que se me quedó grabado en la mente. Él nos decía que en una ocasión viajando en su automóvil por la Baja California para cumplir unos compromisos profesionales, tuvo la necesidad de ponerle combustible al auto.
En la gasolinera le consultó al despachador cuánto me falta para Indio( una pequeña ciudad californiana)“ Sólo las plumas Señor”, le contestó éste al mirarlo fijamente.
Después del almuerzo, la conversación continuó y peligraba prolongarse aún más, ya que Eduardo Morgan Jr. se había unido al pequeño grupo. Enrique Jiménez hijo se había excusado poco después del almuerzo; pero antes le había extendido una invitación a Don Pedro a la fiesta del matrimonio de su sobrino Raúl Morrice.
Tuve, pues no me quedaba otro recurso, que pararme de la mesa y al excusarme manifesté:“ Tengo que irme también porque mi esposa Itza tiene que cantarle en la misa esta noche al nieto de don Enrique Jiménez, Raúl Morrice, que como Ud. sabe se casa con la señorita Jeanette Boyd”.
Para mi sorpresa, Don Pedro Vargas me dijo:“ Me gustaría mucho ir. ¿ Podría Ud. pasarme a buscar?
Yo soy muy buen amigo don Enrique. Él me había contratado para inaugurar el Teatro Tropical, lo que no pude hacer por tener otros compromisos. Le tocó el honor a Hugo Del Carril. Yo canté en el Teatro Tropical dos semanas después.”
Al dirigirnos mi esposa y yo a la Iglesia del Carmen, donde se efectuaría el matrimonio, recogimos en el Hotel El Panamá a Don Pedro Vargas y a Alvarito, su pianista de siempre y viejo amigo.
Para llegar al coro de la iglesia había que subir unas empinadas y largas escaleras. Al llegar arriba Alvarito, casi sin aliento, protestaba diciendo:“ Este señor me va a matar un buen día; es
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