Antes de nada, Almodóvar es un artista en todos los sentidos, sin embargo, él es esencialmente un artista del cine. No porque sus trabajos sean completos de innovación o recursos cinematográficos; al contrario, es uno de los pocos cineastas activos que mantienen las técnicas del cine tradicional sin recurrir a la multimedia. El primordial de sus obras es la imagen. Se puede sentir la imagen exuberante presente en sus películas, los extras bien estudiados, la banda sonora melindreada, la fotografía multicolor y la prestación llena de motivación de los actores y principalmente de las actrices.
Su obra es esencialmente color, esencialmente vida, vibración, intensidad, casi una magnitud, una arrogancia extraordinaria que refleja la cultura española. Por cierto, la cultura española manifiesta deseo, obsesión, sentimientos, intensidad y Almodóvar consigue retratar eso en la tela. Es como si la imagen fuera explotar de la tela nos obligando a bucear en un prisma de colores y sonidos. Todo en él es excesivo. El exagero es una de las marcas de Almodóvar, que consigue siempre transformarlo en afecto, especialmente entre el espectador y la personaje.
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Los colores de Pedro Almodóvar