PASOS. Revista digital del IES Sáenz de Buruaga. Nº 2. Noviembre de 2020. | Page 32

educación y sociedad

COMPLEMENTOS DE UN SALÓN

Bajo este título sin duda el lector esperará palabras como: pecera, cojines de pluma, televisor de plasma de 40", cuadro de Gustav Klimt, etc. En general los articulistas solemos documentarnos y hablar sobre tendencias (nuevas o las que dejarán de ser), olvidando quizás nuestras propias

experiencias. Pues a eso dedicaré estas líneas: a compartir el significado de ese objeto de mi salón, que luce en lo alto.

Corría por entonces el mes de diciembre, sinónimo de vacaciones, fin de un primer trimestre, donde hemos puesto muchas ilusiones en que todo lo aprendido por los alumnos aparezca reflejado en buenos exámenes.

En mi cabeza además de correcciones, resonaba con fuerza un acrónimo del que nunca antes había oído hablar: ADMO (Asociación para la Donación de Médula Osea), asociado al nombre de Adrián, mi sobrino; quien había debutado en el puente de Los Santos con una enfermedad atípica en la sangre y cuya cura pasaba por recibir una donación de Células madres

compatibles. Traté de poner mi granito de arena a la causa, lo que supuso añadir otra tarea a la ocupación cotidiana: organizar y colaborar en charlas por institutos, dando difusión y captando donantes.

Eran jornadas maratonianas, con cambios de clase, con correcciones y con otros retos profesionales de los que siempre se obtiene la satisfacción de un alumno mejor preparado. El reto ahora era organizar la competición LocalSkill, cuyos beneficios serían: enganchar a los alumnos al centro educativo hasta el final del periodo lectivo y fijar las condiciones para hacer debutar una nueva especialidad, Diseño Mecánico CAD, en las competiciones regionales Skill.

Vaciarte un poco más y hacer un hueco de una tarde, en esa última semana, para disputar un partido se me antojaba bonito, así se hizo: 1º de Mecatrónica de Grado Superior contra 2º en los campos de césped de la Ciudad Deportiva. Mi papel fue el de arbitro. ¡Qué bonito recuerdo! ¡Cuántas jugadas, regates, paradas, carreras, goles...!

Para el viernes (donde la presencia de alumnos brilla por su ausencia) solo restaba tomar las tradicionales migas y desearnos lo mejor para las Navidades. Entonces apareció el grupo de alumnos de MI-2; me traían un regalo: el balón del día anterior, firmado por ellos y con una frase muy destacada: "¡Todos somos Adrián!"

Hay regalos grandes, otros costosos, otros superdeseados, pero éste sin responder a ningún estereotipo arrancó de mí unas lágrimas, que pronto mis alumnos apagaron con unas palmadas.

De vuelta a casa, acaso me sentía como un futbolista tras un buen partido con el trofeo cobrado,

y más aún cuando mi hijo me recibió con un: "¡Papá has marcado un hat-trick!".

Pensé en esos futbolistas, ídolos televisivos, deportistas pagados en exceso, que tras una buena actuación recogen un balón firmado por sus compañeros de oficio, ¿acaso lo valoran? o ¿será un objeto más serigrafiado por unos extraños y que ocupará un espacio en un trastero lleno de bártulos?, o ¿quizás esos deportistas muestren tanto respeto y admiración por ese profesional y por su trabajo bien hecho? Me quedé con eso último y coloqué el balón en mi salón en lo alto del mueble de la televisión, como el adorno más singular y valioso que una persona pueda recibir por hacer con ilusión su trabajo cotidiano: paradojas del destino, por lo que además te pagan.

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Eduardo Pérez Hernández

Profesor de la Familia Profesional de

Instalaciones y Mantenimiento