PASIÓN POR DIOS SALVACIÓN PARA EL MUNDO Beata Concepción Cabrera. Laica · Mística ·Apóstol | Page 9

Infancia y juventud C oncepción Cabrera Arias nació el 8 de diciem- bre de 1862, en San Luis Potosí (México) 1 , y fue bautizada dos días después. Allí vivió la prime- ra parte de su vida. Sus padres fueron Octaviano Ca- brera Lacavex y Clara Arias Rivera; ambos excelentes cristianos. Fue la séptima de doce hermanos: cuatro mujeres y ocho varones. Entre 1855 y 1863 se expidieron en México varias leyes, conocidas como Leyes de Reforma, cuyo principal objetivo era separar a la Iglesia del Esta- do. En 1857 se promulgó la Constitución mexicana –jurada en nombre de Dios–, que contenía algunos artículos contrarios a los intereses de la Iglesia cató- lica. Esto dio pie a la Guerra de Reforma (1858-1861), entre liberales y conservadores. En 1862 tuvo lugar la intervención francesa en México. Concepción tenía una salud frágil. En varias ocasio- nes –incluso cuando adulta– estuvo gravemente en- ferma. A los tres años y medio recibió la confirmación. Se confesó por primera vez a los siete u ocho años. Le gustaba confesarse, y lo hacía con frecuencia. Hizo su primera comunión el día que cumplió diez años. Fue una niña sencilla, alegre, sensible. Desde pe- queña se sintió atraída por Dios, especialmente en la eucaristía, y se distinguió por su pureza, humildad y espíritu de sacrificio. Como una gracia especial, el Espíritu Santo la preservó de muchos pecados. Tenía una gran sólida devoción a la Virgen María. Su tío, el 1 Para conocer con más detalle la vida de Concepción Cabrera, véase «Biografías» en la página 48. Para conocer, de manera sintética pero completa, los diversos elementos de la vida de Concepción Cabrera, y ubicarlos en su contexto histórico, de gran utilidad es la línea de tiempo, elaborada por la madre Ma. Guadalupe Labarthe, RCSCJ, y publicada en el folleto titulado: Panorama. Ambiente histórico y existencial 1862-1937, Cimiento, México 1996. canónigo Luis G. Arias, quien le tenía especial afecto, ejerció un benéfico influjo espiritual sobre ella. «Me pasaba largos ratos en la azotea, contemplando el cielo y queriendo traspasarlo con mi corazón. Sentía esa sed de un más allá, de un algo muy grande con qué llenar mi corazón sediento de un gran Bien. En el campo, en las cañadas cubiertas de árboles, en esa sierra de las Mesas de Jesús, ¡oh Dios mío, era yo muy niña y ya mi corazón se lanzaba hacia Ti, buscándote, dándote gracias por tanta belleza! A mí la naturaleza siempre, como la música, me ha llevado a Dios. ¡Yo presentía dentro de mí, Señor, casi sin conocerte, tu presencia, tu hermosura, tu poder y tu bondad!» Semblanza 9