PaCO 036 - Febrero 2020 PaCO 036 - Febrero 2020 | Page 30
Palencia
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una provincia de cine
Con Naide Nóbrega
Una de las maravillas del cine es
llevarte a sitios que quizá jamás
tendrías la oportunidad de co-
nocer. Otras veces, te muestra
lugares que ya conoces, pero
con una mirada distinta a la
tuya, lo que te lleva a reflexionar
sobre las muchas posibilidades
de cada cosa, persona o lugar.
Esta semana he leído la tesi-
na de doctorado en Historia del
Arte (2012) de la palentina Clara
G. Ausín. En la muy bien docu-
mentada Silencio, se rueda en
Palencia -que, si cae en manos
de una editorial dará un gran li-
bro- Clara nos cuenta historias
memorables, detalles imperdi-
bles y anécdotas sobre los lar-
gometrajes de ficción que ya se
rodaron por aquí. Son cerca de
veinte producciones que eligie-
ron (unas menos, otras más) es-
cenarios palentinos para contar
sus historias. De la llanura a la
montaña. A partir de su curiosi-
dad por investigar nuestro pa-
trimonio en el celuloide, Clara,
sus textos y los fotogramas pro-
vocan nuestra creatividad para
ver los sitios de otra manera, in-
cluso imaginando cómo pueden
haber sido los rodajes.
La verdad es que vivimos en
un lugar que agrega patrimonio
ambiental e histórico-artístico
-lo que atrae las pelis históri-
cas-, tenemos la tranquilidad de
una ciudad de pequeño porte
con muchísima vida -lo que es
perfecto para las cintas costum-
bristas-, estamos en el corazón
del Camino de Santiago -con su
significativo cruce con el Canal
de Castilla y localidades precio-
sas como Frómista, Villasirga o
Carrión. También contamos con
una buena localización -que fa-
cilita las cuestiones logísticas- y
unas muy especiales luminosi-
dad y fotogenia.
Por citar algunos puntos pa-
lentinos que ya lucieron en la
gran pantalla, podemos empe-
zar por la Catedral. En El mejor
alcalde, el Rey (R. Gil, 1973) su
cripta prerrománica, por la ma-
gia del cine, se convierte en dos
espacios totalmente distintos.
En algunas escenas, donde hay
una buena área cubierta por una
preciosa bóveda de cañón, la
cripta es el baño del conde don
Tello (¡qué lujos se da uno!); en
otras, las magníficas columnas
de origen visigodo son meros
detalles de la cárcel de la pro-
tagonista Elvira. La misma obra
transforma el ábside de una de
las joyas del Románico, la igle-
sia de Santa Cecilia de Vallespi-
noso de Aguilar, en unos apo-
sentos nada modestos. También
hay tomas en Frómista y Ribas
de Campos. En aquel entonces,
el filme rompía una tendencia
del cine nacional de abusar de
los decorados irreales. En esta
adaptación de la obra de Lope
de Vega se utilizó muchas veces
el recurso de fusión, como unas
escenas que muestran la facha-
da de San Salvador de Canta-
muda (Románico del siglo XII,
preciosidad clavada en la Mon-
taña Palentina) con los interiores
de San Juan de Baños, pequeña
basílica visigoda de Baños de
Cerrato, sur de Palencia.
Todavía en este enclave me-
dieval tenemos El Cid (A. Mann
1961) y Mar de Luna (M. Matji,
1993). El Cid que, por cierto,
dejó a los ampudianos en al-
borozo esperando ver a la diva
Sophia Loren en Tierra de Cam-