OTWO Magazine January 2021 | Page 92

like Pontevedra). If in the short term, more people sought to bring about a renewed culture of walking, cycling or using public transport, perhaps modifying our existing roads would become an easier task, met with much less resistance in the long term.
What needs to change is peoples often unnecessary reliance on cars and attitudes towards their daily use. But as recently demonstrated with the attempted changes here in Gib, the biggest barrier preventing changes in urban mobility is entrenched habits and behaviours. Appealing to peoples pockets, conscience, health concerns, and even the promise of improved quality of urban life does not seem to be enough of an incentive to break a lifetime of habit and convenience.
Resistance to change has never been more evident than in 2020. We have all experienced our fair share of it in the last year, most of which has been difficult, with some embracing it with more dignity than others. The psychology of change is a mountainous subject in itself, but we all know how hard it is to kick a lifetime worth of habits, no matter what they are. So, when Line Wall Road was temporarily closed( whether you feel it was planned well or not), the public outcry against the changes showed that Gibraltar is not prepared for them, leaving two options. There either has to be a ' grin and bear it ' approach when feasible plans are implemented, with people acclimatising over time, or there needs to be a sustained hearts and minds campaign to convince enough people to break longstanding habits. But to be honest, how to do the latter, or how long it will take, is beyond me.
Ideally, it should be both. Compared to 10 years ago, there are more and more people cycling in Gibraltar, and there is an improved and more frequent bus service( with electric buses in the pipeline). It seems though that relying on individuals alone will not solve the problem, at least not in the short term. But at the same time, the Government does not seem completely prepared for the onslaught of criticism it faces when making radical changes. Engagement, together with well-planned actions need to come together, much like other cities are trying to do.
However, I am not so naïve as to think that all cars should go. Car priority should primarily go to those who are unable to walk, cycle or use public transport, whether due to disability, illness or age. más allá de trabajar sobre lo que ya tenemos. Asimismo, al estar rodeados de agua por tres partes de nuestra geografía, carecemos de un perímetro urbano exterior que pudiera limitar el tráfico rodado a las afueras. Lamentablemente, la única manera es actuar por dentro, lo cual conllevó el cierre de Line Wall Road como una de las pocas alternativas existentes para intentar reducir el tráfico.
Con ello en mente, la solución más simple consiste en que los usuarios de coches que viven en el centro reduzcan el uso de sus vehículos y emprendan nuevos hábitos encaminados al empleo de modos de transporte alternativos o a caminar más. Ello no implica que los ciudadanos no puedan poseer o usar un coche si así lo desean, sino más bien que tomen decisiones razonadas de cara a usarlos con menor frecuencia. Hay quien utiliza estos argumentos para señalar que nuestra limitación de espacio implica que reducir la infraestructura viaria para habilitar carriles bici o zonas verdes no resulta materializable. Y siendo eso cierto a tenor del índice actual de uso de coches, también significa que nuestra reducida dimensión urbana conlleva que desplazarse de un lugar a otro bien a pie o usando el transporte público constituye una solución mucho más sencilla y rápida que en ciudades más grandes( caso de Pontevedra). Si a corto plazo más personas optaran por acogerse a una renovada cultura de caminar, usar la bici o el transporte público, puede que la modificación de nuestras carreteras se convirtiera en una tarea más sencilla y con menos obstáculos a corto plazo.
Lo que debe cambiar es la frecuente dependencia de los ciudadanos respecto a sus coches así como su determinación de usarlos a diario. Pero según se ha demostrado recientemente a través de los intentos de introducir cambios en Gibraltar, la mayor barrera que impide esas modificaciones en la movilidad urbana proviene de hábitos y comportamientos muy consolidados. Apelar a la economía personal, la consciencia, la preocupación por la salud e incluso a promesa de disfrutar de una mayor calidad de vida urbana no parece ser suficiente incentivo para romper con toda una vida de costumbres y conveniencia.
La resistencia al cambio nunca resultó tan evidente como en 2020. Todos hemos experimentado un cambio de hábitos en el último año, la mayor parte del cual ha resultado complicado, y el resultado es que
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