destapaban y se colocaban sobre la cabeza un pa-
ñuelo. Su importancia en Vejer fue tal, que incluso
contamos con numerosos legajos en los archivos,
fundamentalmente testamentos, que nos hablan del
traje de manto y saya como parte de los bienes que
se transmitían por herencia.
Desde su origen esta indumentaria ha sido pro-
hibida en numerosas ocasiones. Los reyes Felipe
II en 1586 y Felipe III en 1610 decretaron su prohi-
bición, sin embargo la resistencia popular a estas
decisiones permitió su continuidad en esta zona,
hasta que el gobierno de la II República lo prohíbe
definitivamente amparado en el hecho de que podía
enmascarar delitos al disfrazar la identidad de quien
lo portaba. Desde entonces hubo varios intentos de
recuperarlo, sobre todo en la década de los años 40,
sin embargo, la coyuntura económica y la situación
de precariedad que asoló al país tras la contienda
civil, obligó a la mayoría de las mujeres a reaprove-
char los cobijados para otros menesteres, bien como
ropa de calle, bien para cubrir otras necesidades del
hogar. Eso ha provocado que apenas hayan llegado
hasta nosotros trajes originales completos anterio-
res a la guerra civil, teniendo solo constancia de la
conservación de uno que actualmente se haya ex-
puesto en el Museo del Traje de Madrid, gracias al
envío que hizo en el año 1935 el Patrono Regional de
Cádiz del entonces Museo del Pueblo Español, Pela-
yo Quintero Atauri, a la postre una figura clave en el
desarrollo cultural de la provincia.
El uso del cobijado se recuperó definitivamente
con la llegada de la democracia en el año 1976 y
actualmente se utiliza de forma oficial en las fiestas
patronales, durante el acto de coronación cada once
de agosto, donde se proclama entre el gentío de los
this, there were many attempts to bring Cobijados
back to use, especially in the 1940s, but the financial
difficulties of the post-civil war times moved most
woman to recycle the outfits into more practical clo-
thing or for other necessities. This is why we hardly
have any pre-civil war original complete outfits. In
fact, we only know about the one which remains in
the Museo del Traje, in Madrid. It was sent there in
1935 by Pelayo Quintero Atauri, at the time regional
director of the Museo del Pueblo Español. Quintero
played a decisive role in the cultural development in
the province.
Cobijados were definitely brought back after the
re-establishment of a democratic system in 1976.
They are now officially worn in patron-saint festi-
vals, every August 11 through the coronation of the
Cobijada Mayor Juvenil and the Cobijada Mayor In-
fantil who lead their respective “Cobijadas de honor”
groups. They represent the figure of the Vejer woman
in every protocol ceremony held locally during a year.
The shape of the outfit has hardly changed since
its origins but variations in its fabrics are likely to
have occurred. Traditional Cobijados were made of
high quality merina black wool and were probably
home-dyed. Petticoats were made of linen taffeta.
Nowadays the outfit is quite different as it is made
with industrial fabrics and dyes. Nevertheless, it still
resembles the Vejer woman’s identity throughout the
centuries, evoking ancient times that still remain in
the local collective memory. A simple walk around
the narrow, winding streets will confirm to what ex-
tent it is still an essential part of Vejer’s identity. We
come across a monument to the Cobijada, a roun-
dabout honouring the local woman, Cobijada-shaped
ice-cream, Cobijada street exhibitions with a mo-
dern-style touch or shop windows decorated with a
Cobijada inspiration. All of this shows to what extent
a centenary tradition can end up being the cultural
symbol of an entire city.
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OTWO 06 / JANUARY 2020
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presentes, tanto a la Cobijada Mayor Juvenil como
a la Cobijada Mayor Infantil, junto a sus respectivos
cortejos de cobijadas de honor, quienes representa-
rán durante el siguiente año a la mujer vejeriega en
todos aquellos actos protocolarios organizados des-
de el propio ayuntamiento.
Por último, en todo este largo periodo de tiem-
po transcurrido desde sus orígenes hasta nuestros
días, el arquetipo del traje apenas ha sufrido cam-
bios en su forma, aunque posiblemente sí en su
composición. Los tradicionales cobijados estaban
elaborados de lana merina negra de gran calidad y
teñidos posiblemente en la propia casa, mientras
que las enaguas solían ser de tafetán de lino. Hoy
día la composición ha variado sensiblemente y se
usan otro tipo de tejidos y tintes industriales, no
obstante, el traje en su conjunto sobre el cuerpo
de la mujer vejeriega sigue en la actualidad evo-
cando tiempos pasados que aún perduran en la
memoria colectiva de sus vecinos como seña de
identidad local y de referencia de la tradición. En
este sentido, basta un simple paseo por las sinuo-
sas calles de su pueblo para comprobar el eleva-
do grado de arraigo, pudiéndose observar desde
un monumento dedicado a la cobijada hasta una
rotonda que rinde homenaje a la mujer tapada,
pasando por helados artesanales que reproducen
la forma de la cobijada, exposiciones callejeras
de cobijadas decoradas al más puro estilo van-
guardista o establecimientos que usan la silueta
del cobijado como inspiración para sus imágenes
comerciales. Sin duda, una muestra evidente que
pone de manifiesto como una tradición centenaria
puede llegar a convertirse en el emblema cultural
de toda una ciudad.
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