The Bahía de Cádiz Natural Park is not your usual
protected area. It is intertwined with one of the
principal urban cluster in Andalusia. Placed third
in the region for the number of its inhabitants after
Seville and Malaga. It constitutes 35% of the
population of the province of Cádiz, concentrated in
densely populated urban centres, with an average of
6,000 inhabitants per km 2 and reaching 24,000 inhabitants
per km 2 in some areas —similar to that of
Hong Kong. In short, ten thousand hectares of muddy
plains, salt marshes and salt flats surrounded by
an urban space permanently inhabited by more than
425,000 Homo Sapiens, to which we must also add
several thousand more that arrive daily from the surrounding
regions for work or leisure, plus a growing
transient population of tourists, that are becoming
less seasonal in their visits. A protected space like
this, in which human beings are such an abundant
species, is not an ordinary occurrence, and invites us
to rethink the concept of natural parks, or at the very
least, to reconsider the typically applied planning
and management models that have been developed
and imported from rural areas.
This coexistence between natural and urban space
is not a modern phenomenon or solely characteristic
of urbanisation processes of the 20th century. It has
been a distinguishing character trait of the Bay of Cádiz
for three millennia, the foundation of Gadir (Cadiz’s
original name) by Phoenician colonisers is considered
the introduction of the Western City model. However,
despite the presence of humans and urbanisation for
a millennia and the subsequent intense management
of the territory, the Bay of Cádiz still conserves the
largest extension of salt marsh in Spain and constitutes
one of the most important coastal wetlands on
the Iberian Peninsula. Each year, more than a million
aquatic birds comprised of 165 different species migrate
through the area, another 120 thousand of 70
species stay for the winter and some 6,500 pairs of
20 different species of birds use the area to procreate.
Beating us humans in both their numbers and diversity.
About twenty species of threatened flora and
many species of endangered fauna inhabit a natural
park that has no less than 12 industrial estates as its
neighbours – surrounding it from all sides.
Undoubtedly, it is a space of contrasts, evident
above all in its unique landscape: a vast, extremely
El Parque Natural Bahía de Cádiz no es un espacio
protegido habitual. Se encuentra entrelazado con
una de las principales aglomeraciones urbanas de
Andalucía. La tercera en número de habitantes tras
Sevilla y Málaga. Supone el 35% de la población
de la provincia de Cádiz, concentrada en núcleos
urbanos densamente poblados, con una media de
6.000 hab/km2 y llegando a alcanzar en alguna zona
24.000 hab/km2 —similar a Hong Kong—. En definitiva,
diez mil hectáreas de planicies fangosas,
marismas y salinas rodeadas por un espacio urbano
habitado por más de 425.000 ejemplares de Homo
sapiens sapiens de forma permanente, a los que hay
que sumar varios miles más atraídos diariamente
desde las comarcas del entorno por trabajo u ocio,
más una población flotante turística creciente y cada
vez menos estacional. Un espacio protegido como
este, en el que el ser humano es una especie tan
abundante, no es frecuente y parece invitarnos a
repensar el propio concepto de parque natural o, al
menos, los modelos de planificación y gestión aplicados
convencionalmente, desarrollados e importados
desde ámbitos fundamentalmente rurales.
Esta coexistencia entre espacio natural y urbano
no es un fenómeno moderno propio de los procesos
urbanizadores generalizados en el siglo XX. Ha sido
un carácter diferenciador de la Bahía de Cádiz desde
que, hace tres milenios, la fundación de Gadir por
los colonizadores fenicios supusiera la introducción
del concepto de ciudad en Occidente. Sin embargo, a
pesar de esta milenaria presencia humana y urbana
y del intenso manejo del territorio que ha significado,
la Bahía de Cádiz conserva la mayor extensión
de marisma salada de España y constituye uno de
los humedales costeros más importantes de la Península
Ibérica. Por él, cada año, pasan en migración
más de un millón de aves acuáticas de 165 especies,
invernan otras 120 mil de 70 especies y unas 6.500
parejas de 20 especies de aves lo utilizan para procrear.
Aún nos ganan en número y diversidad. Una
veintena de especies de flora amenazada y otras
tantas de fauna amenazada habitan un parque natural
que tiene por vecinos —pared con pared— a
nada menos que 12 polígonos industriales.
Un espacio de contrastes, sin duda, que se evidencian
sobre todo en su singular paisaje: una vasta
extensión de extrema horizontalidad y obstinada ho-
36 OTWO 13 / AUGUST 2020