El trazado exacto de la ruta Malaca-Gades, el Itine-
rario VI de Antonino, a su paso por el Parque Natural
Los Alcornocales, siempre ha sido objeto de discu-
sión. Inicialmente se apostó por situarla cerca de
la zona costera, a pesar de tener que atravesar una
complicada orografía, los puertos del Bujeo y el Ca-
brito, situados entre Algeciras y Tarifa. Sin embargo,
ese trayecto parecía el más plausible, por extensión
quizá del mapa de comunicaciones actual y por la
existencia, entre Carteia y Baelo, de un rosario de
pequeñas ciudades romanas costeras citadas en la
geografía de Antonino, original del siglo III d. C.
No obstante, recientes investigaciones usando
los más recientes descubrimientos y sistemas de
información geográfica, rechazaron esta posibilidad,
estableciendo un viario principal interior, desde el
que salían ramales hacia cada villa costera, en cu-
yos cruces se situaba invariablemente una mansio.
Sin embargo, esta teoría hacia discurrir a la ruta en
Los Alcornocales por una mítica e intrincada vereda
de montaña, conocida con el nombre de La Trocha,
muy conocida por los aficionados al senderismo en
la comarca campogibraltareña.
Sin embargo, cuesta creer que la importante vía
Malaca-Gades fuese poco mas que una vereda de
cabras. A tenor de los obstáculos que tendría que
salvar, solo sería apta para caballerías o peatones,
jamás para carros o vehículos similares. El propio
término trocha, indica que es un atajo, una variante
de un camino principal, como sabiamente indica el
conocido refranero popular. La Trocha finalmente
desembocaba en el Valle de Ojén y tomaba dirección
Facinas, atravesando los alrededores de la torre visi-
goda y andalusí de La Torrejosa, hasta encaminarse
a las llanuras de La Janda y Vejer de la Frontera. El
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punto de contacto entre el itinerario VI de Antonino
y la actual carretera de Facinas se producía en las
inmediaciones de la Venta de Ojén, desde la que
salía un ramal hacia la ciudad romana de Mellaria,
ubicada cerca de la ensenada de Valdevaqueros.
Como corresponde en el sistema viario romano, en
el cruce se establecería una mansio para dar servi-
cio a los viajeros y sus caballerías. Y efectivamente,
hemos podido comprobar que la antigua vivienda
rural situada junto a la Venta de Ojén, posee sillares
de piedra de factura romana repartidos por la zona
inferior de los lienzos exteriores del cortijo. No cabe
ninguna duda que, a partir de la venta, el itinerario
continuaba hacia La Torrejosa, sobre el Cerro de Al-
modóvar, en dirección a Facinas. La antigua toponi-
mia de la zona refleja varios nombres alusivos a la
denominación calzada, que dejan bien claro a qué
nos referimos. La única duda que resta es cómo se
llega desde ese punto hasta Portus Albus, situado
cerca de la desembocadura del río Palmones.
Como apuntaba anteriormente, La Trocha no pare-
ce la opción más adecuada para atravesar la sierra
hasta la Venta de Ojén. Sin embargo, sólo unos 5 km
al norte a la alternativa propuesta existe un paso na-
tural que comunica con Facinas sin apenas desnivel,
como lo prueba el hecho de que se trata de una vía
pecuaria que discurre paralela a un curso de agua
permanente, flanqueada por varias fuentes que pro-
veerían al caminante y a sus caballerías del preciado
y necesario líquido elemento.
Esta alternativa apenas si añadiría distorsión a
las distancias expresadas en millas romanas entre
las ciudades de la obra de Antonino, cosa que nin-
guno de los caminos propuestos consigue cuadrar
sin cierto margen de error. Pero nuestra opción no
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es una propuesta original. Ya el polifacético investi-
gador Gonzalo Arias, editor de la revista “El Miliario
Extravagante”, especializada en calzadas y caminos
romanos, apostó decididamente por esa alternativa y
visitó el área para buscar evidencias sobre el terre-
no que apoyasen su tesis acompañado por agentes
forestales con los que tuvimos ocasión, en los años
80 del pasado siglo, de repetir la visita y visitar algún
encuentro entre la carretera de Los Barrios-Facinas —
hoy pista forestal— con la calzada romana entre los
limites de San Carlos del Tiradero y la finca de Ojén.
Es cierto que no abundan referencias toponími-
cas a calzadas romanas como sucede hacia el lado
tarifeño, pero sí que encontramos la evocadora
denominación “Soto de Roma” en un cortijo de las
inmediaciones dentro de la alternativa que propone-
mos. También hay evidencias materiales de restos
romanos que denotaban asentamientos de cierta en-
jundia en las inmediaciones del encuentro del Arro-
yo de Ojén con el río Palmones, cerca del Puente de
Hierro. El propio Cortijo de Ojén presenta señales de
que en el pasado también pudo ser una villa romana.
Pero no es sino el propio trazado el que marca la
existencia de una importante vía de comunicación en
el valle. Gracias a los esfuerzos de personas que vi-
vieron en la zona decenios atrás, a agentes, técnicos y
trabajadores forestales, se ha logrado descubrir y des-
pejar todo el tramo de la calzada que discurre por el
monte público de San Carlos del Tiradero, en el térmi-
no municipal de Los Barrios, alrededor de dos kilóme-
tros y medio. A pesar del tiempo transcurrido desde
que el camino cayó en desuso —la actual carretera se
terminó de construir por los presos de la Guerra Civil
española en 1944—, prácticamente la vegetación ar-
bórea apenas si ha colonizado la traza de la vía. Aún
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es posible ver cómo se rebajaron algunas trincheras o
se acumularon cuidadosamente rocas a ambos lados
de la vía para facilitar el tránsito. Tras la visita a la
parte descubierta, muchos se preguntan dónde está el
empedrado originario o incluso si este existió alguna
vez. Obviamente, tras muchos siglos de uso continua-
do, pretender hallar hoy el estado inicial de cuando se
construyó es absurdo. Tampoco estaríamos hablando
de la Via Apia sino de un camino de bastante menor
importancia allá en la Bética. Sin embargo, sí que se
aprecian restos de empedrado removido en algunos
segmentos. Este hecho es especialmente nítido cuan-
do la calzada atraviesa una zona de bujeo arcilloso
y encharcable. Es ahí donde la palabra calzada toma
todo su verdadero sentido, ya que la única manera
de encontrar la antigua traza es justamente seguir el
acúmulo lineal de piedras que desvela los esfuerzos
realizados por asegurar la transitabilidad del itinerario
aún en época de invierno.
Si nos atenemos a la cartografía es posible en-
contrar algunas referencias curiosas. A finales del
S. XIX, a esta vía ya se la conocía como “Camino
Viejo de Tarifa”, lo que indicaba que probablemente
no fuera el mas usado y que tenía ya sus años de
antigüedad. Pero todavía es posible ir mucho más
atrás. Durante el medievo tuvo el nombre de Ruta de
los Benimerines y se mostró como uno de los cami-
nos más importantes de la provincia.
No es complicado, pues, inferir que una ruta pecua-
ria, un paso natural de esta magnitud, también tuvo que
tener esa misma relevancia durante épocas anteriores,
como muchos ahora pretendemos que lo tenga también
en el futuro, tras su puesta en valor al servicio de la
recuperación de todo el Valle de Ojén como elemento
dinamizador del ecoturismo en la comarca.
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