OTWO Magazine April 2020 | Page 41

El trazado exacto de la ruta Malaca-Gades, el Itine- rario VI de Antonino, a su paso por el Parque Natural Los Alcornocales, siempre ha sido objeto de discu- sión. Inicialmente se apostó por situarla cerca de la zona costera, a pesar de tener que atravesar una complicada orografía, los puertos del Bujeo y el Ca- brito, situados entre Algeciras y Tarifa. Sin embargo, ese trayecto parecía el más plausible, por extensión quizá del mapa de comunicaciones actual y por la existencia, entre Carteia y Baelo, de un rosario de pequeñas ciudades romanas costeras citadas en la geografía de Antonino, original del siglo III d. C. No obstante, recientes investigaciones usando los más recientes descubrimientos y sistemas de información geográfica, rechazaron esta posibilidad, estableciendo un viario principal interior, desde el que salían ramales hacia cada villa costera, en cu- yos cruces se situaba invariablemente una mansio. Sin embargo, esta teoría hacia discurrir a la ruta en Los Alcornocales por una mítica e intrincada vereda de montaña, conocida con el nombre de La Trocha, muy conocida por los aficionados al senderismo en la comarca campogibraltareña. Sin embargo, cuesta creer que la importante vía Malaca-Gades fuese poco mas que una vereda de cabras. A tenor de los obstáculos que tendría que salvar, solo sería apta para caballerías o peatones, jamás para carros o vehículos similares. El propio término trocha, indica que es un atajo, una variante de un camino principal, como sabiamente indica el conocido refranero popular. La Trocha finalmente desembocaba en el Valle de Ojén y tomaba dirección Facinas, atravesando los alrededores de la torre visi- goda y andalusí de La Torrejosa, hasta encaminarse a las llanuras de La Janda y Vejer de la Frontera. El 78 punto de contacto entre el itinerario VI de Antonino y la actual carretera de Facinas se producía en las inmediaciones de la Venta de Ojén, desde la que salía un ramal hacia la ciudad romana de Mellaria, ubicada cerca de la ensenada de Valdevaqueros. Como corresponde en el sistema viario romano, en el cruce se establecería una mansio para dar servi- cio a los viajeros y sus caballerías. Y efectivamente, hemos podido comprobar que la antigua vivienda rural situada junto a la Venta de Ojén, posee sillares de piedra de factura romana repartidos por la zona inferior de los lienzos exteriores del cortijo. No cabe ninguna duda que, a partir de la venta, el itinerario continuaba hacia La Torrejosa, sobre el Cerro de Al- modóvar, en dirección a Facinas. La antigua toponi- mia de la zona refleja varios nombres alusivos a la denominación calzada, que dejan bien claro a qué nos referimos. La única duda que resta es cómo se llega desde ese punto hasta Portus Albus, situado cerca de la desembocadura del río Palmones. Como apuntaba anteriormente, La Trocha no pare- ce la opción más adecuada para atravesar la sierra hasta la Venta de Ojén. Sin embargo, sólo unos 5 km al norte a la alternativa propuesta existe un paso na- tural que comunica con Facinas sin apenas desnivel, como lo prueba el hecho de que se trata de una vía pecuaria que discurre paralela a un curso de agua permanente, flanqueada por varias fuentes que pro- veerían al caminante y a sus caballerías del preciado y necesario líquido elemento. Esta alternativa apenas si añadiría distorsión a las distancias expresadas en millas romanas entre las ciudades de la obra de Antonino, cosa que nin- guno de los caminos propuestos consigue cuadrar sin cierto margen de error. Pero nuestra opción no OTWO 09 / APRIL 2020 es una propuesta original. Ya el polifacético investi- gador Gonzalo Arias, editor de la revista “El Miliario Extravagante”, especializada en calzadas y caminos romanos, apostó decididamente por esa alternativa y visitó el área para buscar evidencias sobre el terre- no que apoyasen su tesis acompañado por agentes forestales con los que tuvimos ocasión, en los años 80 del pasado siglo, de repetir la visita y visitar algún encuentro entre la carretera de Los Barrios-Facinas — hoy pista forestal— con la calzada romana entre los limites de San Carlos del Tiradero y la finca de Ojén. Es cierto que no abundan referencias toponími- cas a calzadas romanas como sucede hacia el lado tarifeño, pero sí que encontramos la evocadora denominación “Soto de Roma” en un cortijo de las inmediaciones dentro de la alternativa que propone- mos. También hay evidencias materiales de restos romanos que denotaban asentamientos de cierta en- jundia en las inmediaciones del encuentro del Arro- yo de Ojén con el río Palmones, cerca del Puente de Hierro. El propio Cortijo de Ojén presenta señales de que en el pasado también pudo ser una villa romana. Pero no es sino el propio trazado el que marca la existencia de una importante vía de comunicación en el valle. Gracias a los esfuerzos de personas que vi- vieron en la zona decenios atrás, a agentes, técnicos y trabajadores forestales, se ha logrado descubrir y des- pejar todo el tramo de la calzada que discurre por el monte público de San Carlos del Tiradero, en el térmi- no municipal de Los Barrios, alrededor de dos kilóme- tros y medio. A pesar del tiempo transcurrido desde que el camino cayó en desuso —la actual carretera se terminó de construir por los presos de la Guerra Civil española en 1944—, prácticamente la vegetación ar- bórea apenas si ha colonizado la traza de la vía. Aún OTWO 09 / APRIL 2020 es posible ver cómo se rebajaron algunas trincheras o se acumularon cuidadosamente rocas a ambos lados de la vía para facilitar el tránsito. Tras la visita a la parte descubierta, muchos se preguntan dónde está el empedrado originario o incluso si este existió alguna vez. Obviamente, tras muchos siglos de uso continua- do, pretender hallar hoy el estado inicial de cuando se construyó es absurdo. Tampoco estaríamos hablando de la Via Apia sino de un camino de bastante menor importancia allá en la Bética. Sin embargo, sí que se aprecian restos de empedrado removido en algunos segmentos. Este hecho es especialmente nítido cuan- do la calzada atraviesa una zona de bujeo arcilloso y encharcable. Es ahí donde la palabra calzada toma todo su verdadero sentido, ya que la única manera de encontrar la antigua traza es justamente seguir el acúmulo lineal de piedras que desvela los esfuerzos realizados por asegurar la transitabilidad del itinerario aún en época de invierno. Si nos atenemos a la cartografía es posible en- contrar algunas referencias curiosas. A finales del S. XIX, a esta vía ya se la conocía como “Camino Viejo de Tarifa”, lo que indicaba que probablemente no fuera el mas usado y que tenía ya sus años de antigüedad. Pero todavía es posible ir mucho más atrás. Durante el medievo tuvo el nombre de Ruta de los Benimerines y se mostró como uno de los cami- nos más importantes de la provincia. No es complicado, pues, inferir que una ruta pecua- ria, un paso natural de esta magnitud, también tuvo que tener esa misma relevancia durante épocas anteriores, como muchos ahora pretendemos que lo tenga también en el futuro, tras su puesta en valor al servicio de la recuperación de todo el Valle de Ojén como elemento dinamizador del ecoturismo en la comarca. 79