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En la cultura oriental se suele decir que el Mal es la ignorancia, y tal vez este aforismo explique el estado actual en el que vivimos. Desconocer la riqueza de nuestro patrimonio na- tural y cultural impide el desarrollo pleno de las so- ciedades, cada vez más volátiles y desinformadas a pesar de nuestras hiperconexiónes, redes inalámbri- ca o velocidad de acceso que tengamos. Sin renun- ciar a las nuevas tecnologías, pero tampoco sobreva- lorándolas, me gustaría hablar de otra experiencia. La sensorial, física, presencial y educativa de visitar un centro de interpretación. Imaginaros uno de los muchísimos guías —aquí en Europa, son escasísimos— de los espacios na- turales norteamericanos, conocedores de cada cen- tímetro del terreno que le rodea, lo percibe, lo pal- pa, lo siente; ya sea animal, planta o roca, nada se escapa a su aguda percepción de todo lo que crece, se mueve o vuela. Pues hubo una época en que exi- gieron, para poder transmitir correctamente su sabi- duría, amor y respeto, que se construyera un espacio que explicara, interpretara y enamorara al visitante sobre el lugar que posteriormente iban a visitar. De esta manera entenderían mejor el valor de aquello que estaban viviendo. ¿Pero qué es exactamente un centro de interpretación? Por supuesto no es un museo, tampoco una exposición de textos y fotos. Un centro de interpretación es una nueva estrategia para un aprendizaje atractivo, eficaz y sorprenden- te, que convierte el espacio en una experiencia di- dáctica y participativa, donde todos los sentidos se activan par vivir el conocimiento y poner en valor la naturaleza, la historia, el patrimonio y el territorio. OTWO 01 / AUGUST 2019 Aparte de sus beneficios educativos, también es un medio para atraer a un nuevo tipo de turismo cultural, que combinan el placer y el disfrute con la aventura del saber, que exigen ofertas y productos sostenibles, y que además tienen un alto poder adquisitivo. Estos centros son adaptables a cualquier temática, lugar o tamaño, pueden tener desde un área expográfica de apenas 100 metros cuadrados y un pequeño espacio de atención al público, hasta edificaciones enormes con multitud de estancias. Además de la zona de re- cepción al visitante y extensas salas dedicadas a las unidades temáticas del lugar, también suelen tener biblioteca, archivo, sala de usos múltiples, sala para exposiciones temporales e incluso una superficie con cafetería, restauración y tienda. Todos diseñados en conjunto para un major impacto en la oferta. Son escasas las empresas que puedan diseñarlos con ga- rantía debido al alto nivel de especialización y coor- dinación que requieren. El éxito solo es posible con una buena gestión que permita la interacción entre los diferentes tipos de expertos al servicio de la denomi- nada “Cultura del Proyecto”. Desde los responsables facultativos encargados de preparar los contenidos y la arquitectura de los datos, hasta directores de arte que desarrollen una estrategia creativa y una planifi- cación de los medios y soportes que se van a utilizar. Y por supuesto un equipo de profesionales en todas las áreas de producción. Oxigene Communications cuenta con un experimentado equipo en el diseño, montaje y dinamización de este tipo de equipamiento. Todas las intervenciones que muestran las fotografías que acompañan este reportaje han sido realizadas por profesionales de esta empresa. 131