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EDITORIAL He tenido que reescribir esta editorial varias veces, lo vertiginoso de los sucesos que nos sintonizan en las últimas semanas así lo ha demandado. Ésta última versión la escribo a la postre del resto de las participaciones y a pocas horas de entrar a los rodillos junto con ellas, mientras en La Esmeralda se dan martillazos al sonido de ¡vendido! en una subasta sin precedentes realizada en concordancia con el Movimiento Arte y Cultura, a favor de las familias de nuestros compañeros Atzin Andrade (alumno) y de Carlos Pichardo, aprehendidos injustamente el 20 de noviembre y puestos en libertad el 29 del mismo mes, además de las familias de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, ahora los sabemos 42 mas el fallecido Alexander Mora a cuya familia ofrecemos un sentido pésame. Comienzo planteando la vocación original de esta publicación que en su número uno (el semestre pasado se esbozó un número cero) se presenta con gran ilusión y esfuerzo combinado, prometiendo continuar su conteo como ejercicio básico de la clase Panorama de Gestión en la que intento aprender semejante tema, al lado de mis alumnos. Vislumbramos pues que el formato editorial podría darnos de modo práctico el ejercicio de varios de los objetivos de la clase, apuntalados por un elemento básico de la propuesta que es el intento de trabajo grupal para fortalecer el sentido de comunidad al interior de la escuela y su vecindario próximo que son las otras escuelas del CENART, generando un espacio de divulgación, discusión e intercambio, que procure acuerdos y descubra afinidades, para eventualmente acercarnos a una auténtica práctica interdisciplinaria de las artes, y de paso espantar a la sombra amenazante de la apatía. Tras algunas semanas de manotearle a la sombra, se presentaron los lamentables sucesos de Iguala, que sumados al resto del panorama nacional y para dar la estocada final, la detención de un miembro de la comunidad, nos hicieron levantar del asiento a mirarnos a los ojos y finalmente sin habernos propuesto semejante detonación, reconocernos como iguales. Todos somos nosotros dice no sin ironía la Sociedad de Alumnos quienes no tardaron en indicar las primeras rutas. Por mi parte reconocí en la generación espontánea de una súbita cadena de Whatsapp´s a mis compañeros docentes como eso y no como a quienes otrora saludé con un ademán cansado en el pasillo de la escuela. La energía social latente estaba rebasand