Número 12 - Año 2 - octubre 2013 Número 12 - Año 2 - octubre 2013 | Page 47
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Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde
sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. <>
<<¿Cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay
resurrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos,
tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vana es nuestra
predicación, vana también nuestra fe […] ¡Pero no! Cristo
resucitó de entre los muertos como primicias de los que
durmieron>> (1 Co 15, 12-14. 20)
La Resurrección de Cristo y la nuestra
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La resurrección de los muertos fue revelada
progresivamente por Dios a su Pueblo. La esperanza de la
resurrección corporal de los muertos se impuso como una
consecuencia intrínseca de la fe en un Dios creador del hombre
todo entero, alma y cuerpo. El creador del cielo y de la tierra es
también Aquel que mantiene fielmente su Alianza con Abraham y
su descendencia. En esta doble perspectiva comienza a
expresarse la fe en la resurrección. En sus pruebas, los mártires
Macabeos confiesan:
<> (2M 7, 9). <> (2M 7, 14)
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Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe
en su propia persona: <> (Jn
11, 25). Es el mismo Jesús que resucitará en el último día a
quienes hayan creído en El y hayan comido su cuerpo y bebido
su sangre. En su vida pública ofrece ya un signo y una prenda de
la resurrección devolviendo la vida a algunos muertos,
anunciando así su propia Resurrección que, no obstante, será de
otro orden. De este acontecimiento único, Él habla como del
<> del signo del Templo: anuncia su
Resurrección al tercer día después de su muerte.