Nómadas 02 | Page 24

sea en modesto cabotaje, aunque la alta mar queda cada vez más cercana, se adivina nuevamente amable y llevadera. Claro está que semejante peripecia había de impactar con tremenda fuerza en mi vida toda y, por ende, en la práctica del arte que hasta aquí, hasta este descabellado proyecto de boletín, nos ha traído. Obedeciendo mi habitual pesimismo, pensé en un principio que mis días de aventura en el monte se habían acabado. Tuve la triste sensación de que no volvería a contemplar, en pie como un hombre libre y sano, las hogueras de mis hermanos de sangre, el brillo malévolo de nuestras armas, la elegante sutileza de un recurvado en lo más escondido de la foresta. Me resultaba imposible manejar con la mínima corrección un arco de caza, por no hablar de mi personal herramienta, el bravo “Pontiac”. Los brutales tratamientos a los que me sometí me habí