Nº 45 Nº 45 | Page 33
“Horizonte de Letras” Nº 45
*Especial 10º Aniversario*
Fueron pasando los meses y allí estaba
Rober, con su cuarteto, sin faltar ni una
sola vez a nuestra cita musical.
Siempre, al verme, dejaba su saxofón
en el soporte y se acercaba a mí para
charlar unos minutos. Yo sabía, estaba
segura de que él también estaba
enamorado de mí. Y me sentía
inmensamente feliz.
—Recuerda que me debes una cita —
me dijo, mientras me alejaba, un día
más.
Aquella mañana del diecinueve de
Abril de dos mil quince, me levanté
mucho antes que otros días. Quería
acicalarme y ponerme guapa para él.
Estaba dispuesta a decirle que sí, que
aceptaba la cita que me proponía y que
estaría encantada de quedar con él. Y
que me encantaba, y que estaba
locamente enamorada y que quería
unir mi vida a la suya para el resto de
nuestros días. Bueno, esto último solo
era un deseo, porque creo que no me
hubiera atrevido a decírselo. Bajé de
casa con la sonrisa que había dejado
aparcada en épocas pretéritas y saludé
con simpatía a todos los vecinos que
me encontré, dejándoles extrañados
por mi cambio de actitud. Era el
primer día desde hacía mucho tiempo
que iba contenta y feliz al trabajo.
Accedí por la boca de metro y agudicé
mi oído, esperando la pieza de jazz que
tanto me gustaba… «Take Five», ya
nunca lo olvidaría; e iba tarareándola
sin que me importara que la gente me
mirara como a una loca. Iba bajando la
escalera con impaciencia, deseosa de
llegar cuanto antes al lugar que me
cambió la vida.
Sin embargo, por más que me
acercaba, no oía mi música. Aceleré un
poco el paso y lo único que percibía era
Octubre-Diciembre 2019
el aburrido silencio de los cientos de
personas en su ir y venir.
Cuando llegué allí, Rober y su grupo
no estaban. Solo el hueco estremecedor
de baldosas y azulejos verdes que les
había servido de escenario durante los
últimos meses.
Me entristeció no encontrarlo allí,
aunque esperanzada de verlo al día
siguiente. Pero, ese día, tampoco sonó
la canción «Take Five», ni ninguna
otra, porque Rober y su grupo
tampoco estaban.
Fueron pasando los días, y las
semanas, y yo bajaba al Metro con la
ilusión y la esperanza de que ese día sí,
de que allí estaría, y que me contaría
que habían estado de gira por
ciudades,
dando
conciertos
maravillosos de Jazz… Pero no fue así.
Tras más de ocho meses bajando y
esperando encontrarlo allí, no volví a
verlo. Muchas veces, durante ese
tiempo esperanzador, me recorrí todas
las líneas de Metro con la esperanza de
encontrarlo en alguna otra estación…
De hecho, jamás volví a ver a Rober y a
su banda.
Aunque durante el resto de mi vida
jamás perdí la esperanza, el corazón se
me partió en mil pedazos que ya nunca
se unirían…
*****
Aquella tarde de verano de dos mil
treinta y seis, mi hija y yo
caminábamos por el centro de Madrid,
alegres y descaradas. Me encantaba su
vitalidad, la de una muchacha preciosa
de veinte años, que me contagiaba su
alegría y energía. Íbamos riendo, a
carcajada limpia, agarradas de la
mano, como dos amigas que hacía
mucho tiempo que no se veían. Al
pasar por la calle Mayor, algo me
llamó la atención y me paré en seco.
____________________________________________________________________________________________________________________________
©: “Alfareros del Lenguaje”. Asociación Nacional de Escritores de Alcorcón. Todos los derechos reservados.
ISSN: 1989-6956
“Alfareros del Lenguaje” no se responsabiliza de las opiniones vertidas por los autores participantes en este número;
quienes además, serán responsables de la autenticidad de sus obras.
33