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“Horizonte de Letras” Nº 45
*Especial 10º Aniversario*
Octubre-Diciembre 2019
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LA MOCHILA
Antonio llevaba ya mucho tiempo en el camino sin descansar, la mochila que alojaba en
su espalda, cada vez le pesaba más. Seguía impertérrito la andadura soportando la
carga. Llegó a una ladera y cogió aire por que estaba dispuesto a coronar la montaña. Al
alcanzar la cima se topó con un anciano que estaba sentado sobre una peña y parecía
descansar. Al observarlo con detenimiento advirtió que tenía la mirada perdida en el
horizonte y una cara intrigante. Decidió sentarse un rato a su lado para librarse de la
curiosidad que el personaje le producía. Así que, sin pensárselo dos veces, se dirigió
hacia la roca donde estaba el viejo y se acomodó a su lado. El abuelo pareció no advertir
su presencia y seguía con la vista perdida. Se propuso entablar conversación con él y le
dio los buenos días. El veterano, como a cámara lenta, daba la impresión de ir saliendo
de un letargo. Al enfrentarse con fijeza en quien le estaba acompañando y mirarlo de
arriba abajo, le contestó:
–Buenas –parece que llevas mucho peso en el macuto.
–Por qué lo dice –se interesó, cogido por la sorpresa de la sagacidad que demostraba el
anciano.
–Porque se nota en tus ojos y el rictus de tu semblante –adujo el interpelado, a la misma
vez que en su rostro se marcaba una leve sonrisa.
Al escuchar la contestación no salía de la perplejidad. Tardó en recomponerse de la
impresión y cuando se sintió repuesto preguntó con cierto sarcasmo:
–¿Es adivino o sensitivo?
Una fuerte carcajada se elevó hacía el cielo, antes de contestar:
–No hijo, no, solo son los muchos años que tengo. Por cierto me pica la curiosidad de
saber qué es lo que contiene el morral –preguntó el viejo de manera directa.
Ante el interés del maduro, dudó en contestarle. Lo sopesó, y tras darle alguna que otra
vuelta, le dijo con total sinceridad al inesperado compañero:
–Lo llevo repleto de amarguras.
–¿Y no llevas ninguna alegría?
–Sí, alguna, pero son demasiado escasas, así que los pesares las superan con creces.
En la cara del anciano se reflejó un rictus de compresión y con suma afabilidad le
preguntó:
–¿Te puedo hacer una recomendación?
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ISSN: 1989-6956
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