nº 1 -Boletín Oficial FEDDF 4 - BOLETIN FEDDF OCTUBRE 2015 | Page 20

BOLETÍN ELECTRÓNICO “FEDDF” PASIÓN POR EL DEPORTE POR PORFI HERNÁNDEZ Vicepresidente FEDDF El deporte y yo. En mi niñez y gran parte de la juventud, creo recordar que fui razonablemente feliz. Cuando lo digo y relato las muchas fechorías que la sanidad me hizo, no resulta muy creíble, pero así fue. Para mí no había barreras y si las había, ya me encargaba de hacerlas desaparecer. Tanto en los estudios, era un buen estudiante, como en los ratos de libertad, especialmente el verano, no me privaba de participar con mis amigos en todo. Coger olas, ir de pesca submarina, jugar a tenis, al fútbol, frontenis….lo hacía con mi cuadrilla desde siempre. Me asombraba ver cómo la gente se asombraba de vernos. Crecimos juntos y descubrimos juntos las chicas, los bares, las primeras borracheras… seguí asombrándome de generar asombro. En uno de esos veranos, el más inolvidable de mi vida, me eché novia. Francesa y rubia. Eso me daba un estatus que ya no generaba asombro, sino envidia. No recuerdo cuándo y menos cómo, pero en aquella época descubrí que tanto asombro debía venir de mirarme como eso que llamaban secuelas de poliomielitis infantil. Si no fuera por las muchas visitas al médico y las muchas perrerías que me hicieron, nunca me hubiera identificado con tamaño diagnóstico. Esa novia fue quién me empujó para acercarme a otras personas que con tamaño diagnóstico, quizá no vivían la vida de la misma forma. No me hizo ninguna gracia, porque me enfrentaba, ahora lo sé, a lo que entre asombro y asombro, me había esmerado tanto en ocultar. Yo era una persona deforme, menos válida, a la que no sólo miraban por asombro, sino por pena, por piedad, con asco, y quizá rechazo. como algunas de las que de vez en cuando, muy de vez en cuando, veía por la calle y de las que huía con mayor o menor conciencia. Una inolvidable tarde ya avanzada, fuimos a un local en Bilbao donde se reunían gentes con diversas dificultades físicas. Había que bajar un buen montón de escaleras, pero para mí solo eran una disculpa para deslizarme entre el bastón y la barandilla, para bajarlas de cinco en cinco. Así aterricé… ¿aterricé? No sé si sentí, pánico, asco…un profundo rechazo, o qué. Pero yo, ¡no pintaba nada ahí!, ¡no era como esos!.. caras sonrientes, algunas babosas, cuerpos deformes, sonidos extraños entre alegres bienvenidas de desconocidos y desconocidas…a francesa me empujaba porque me quedé petrificado. Salí de allí negándome sin la menor concesión. Muchos años después, vi una cara conocida en el periódico. El chico que vendía el cupón frente a mi casa y con quien había cruzado algunas palabras, siempre con la distancia que mi rechazo exigía. Era un artículo sobre el equipo de baloncesto en silla de ruedas que se acababa de crear en Vizcaya. Todavía no sé porqué, aquel artículo tocó alguna tecla, mordió mi curiosidad… Acabé yendo a un entrenamiento. Mi vida cambió. No por hacer deporte que siempre lo había hecho, sino porque lo hacía con otra gente, con los míos. A su través conseguí aceptarme en gran parte de lo que soy. Y me alivié. Solté una pesada y terrible carga que había arrastrado más de veinte años. Ya no tenía novia francesa. Y ahora el que se asombraba era yo