nº 1 -Boletín Oficial FEDDF 10 - BOLETÍN FEDDF - ABRIL 2017 | Page 24
BOLETÍN ELECTRÓNICO “FEDDF” PASIÓN POR EL DEPORTE
POR PORFIRIO HERNÁNDEZ
Vicepresidente FEDDF
Como tantas cosas, no por esperadas dejan de sorprender-
nos, de pillarnos distraídos. Cuando la nebulosa se despeja
descubrimos que ha llegado, que lo que tenía que ser ya está
aquí. Y entonces, también el miedo, la preocupación, la sole-
dad, la angustia, se hacen sólidos e impertinentes, como obje-
tos que invaden mi cuerpo y mi mente. No hay forma de qui-
társelos de encima. Solo, torpemente, intentar convivir con
ellos.
“¡Buenos días!” como siempre sonriente la cartera. Una mu-
jer bajita, de pelo rubio muy bien cuidado y alineado en la
concienzuda persecución de las puntas. Como un abanico se
posaba en su espalda. Su piel muy blanca brillaba con esa
eterna sonrisa al saludar. La primera de la mañana. Ella subía
tirando del carrito por la rampa y mientras, volví a sentir la
grata sensación de vivir en un espacio privilegiado. Mirar de-
lante y ver esa campa verde profundo, árboles a su alrede-
dor como puestos de vigilancia desde donde docenas de pája-
ros, no pierden detalle. Un oasis urbano que, a esas horas de
la mañana en un día de labor, te permitía soñar que vivías en
la profunda naturaleza, soñar que la vida era bella, el mundo
seguro y tu lo tenías todo.
Bajé la rampa cuando ella acabó y sentí el traqueteo de la silla
pasando por los pequeños adoquines. El efecto de ese traque-
teo, era una buena medida para pulsar mi ánimo. Lo vivía
como un cosquilleo o como la mala idea de quien se dedicó a
ponerlos tan pequeños y juntos para producir esta irritante
vibración. Hoy tocaba cosquilleo.
Me tengo que operar. Ya lo sabía. Ya me lo había repetido
muchas veces. “Primero el hombro izquierdo que es el que
ahora duele, pero el deterioro sigue y tendremos que interve-
nir el derecho”, ya hace cinco años. ¡Cinco años!. “Cuanto
antes” le respondí. “No tengo tiempo que perder. A mis 60
años la recuperación puede ser lenta y tengo muchas cosas
que hacer”.
Pero realmente… ¿Qué tengo qué hacer? Nada. Ya hace años
entendí que nadie es imprescindible. Que eres bueno hacien-
do algo, pero en dos días, la despedida y… ya no eres nadie.
Bueno acaso un recuerdo. No obstante, hay que hacer para
escapar del miedo a esa nada, por negación de la realidad de
un futuro cierto. Operarme del hombro derecho me coloca,
otra vez, en el saco de la inutilidad. En la antesala de la muer-
te. Creo que es una buena idea que la vida te enseñe que esto
se acabó, que ya tus sentidos están embotados, tus intereses
mermados, tus vivencias repetidas y solo te quede decir, “ya
está, se acabó, no más mentiras, no más huidas hacia delante.
Sea bienvenida”. Pero no parece que sea el momento. Quizá
esté bien el entrenamiento de tres meses, aún inútil y depen-
diente hasta la desesperación, pero con la seguridad que tres
meses pasan. Y ¿si la operación sale mal?
Como ante una muerte anunciada, como persona juiciosa que
soy, voy preparando el alquiler de una silla eléctrica (de las
que huyo porque lo considero otra derrota, como lo fue el
dejar las muletas para usar la silla manual), una cama articula-
da, dónde haré la rehabilitación… Juicioso, civilizado, ejem-
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