NOVIEMBRE | Page 31

Existen variadas ofertas de actividades culturales. ¿Cómo se manifiesta ese interés en el público? Es seguidor? Participa?

Hay variedad, quizá no cantidad y la difusión es a pulmón. Falta un organismo que impulse las actividades, no importa quién las organice. En Rosario, por ejemplo, he visto que el mismo municipio realiza una agenda muy detallada con la mayoría de los eventos que se realicen, auspicien o no. Pensar que una actividad cultural no es solo la que organiza uno, es una buena forma de empezar.

Eso provoca que muchas veces gente que no es está en contacto con cierta corriente (una banda, un grupo de artistas plásticos, historietistas, etc) no se entere. Tenemos la costumbre de decir “la gente es fría, no acompaña”, pero también hay que plantearse y replantearse todo lo que se hace para llegar a ese público. Se falla y fallamos, claro que si, en las vías de comunicación y también, en numerosas ocasiones, existe una falta de interés en algunos medios y organismos que podrían ayudar en la convocatoria. Se termina, entonces, haciendo todo el aparato promotor a pulmón, con las contras y falencias que eso implica.

Cuando el público se entera de una iniciativa afín, se acerca, acompaña, se muestra contento, agradece. Más en ciudades como la nuestra (Villa Constitución), donde los eventos son acotados.

¿Cómo diferenciarse a la hora de organizar un evento en la ciudad que pretende ser de interés cultural?

Si a diferenciarse nos referimos a salirnos del molde, creo que no se necesita nada de otro mundo, más que imaginación, dedicación y claro, esfuerzo. Hemos visto que hay gente dispuesta a colaborar, al menos en nuestro caso, con Villa Viñetas. Y me refiero a funcionarios, comercios y amigos. Sería hermoso que todos los artistas pudieran recibir un apoyo económico, aunque sea mínimo, para poder exponer, movilizarse. Ellos son los verdaderos protagonistas en los eventos. Y la población es la que debe disfrutar de lo que hacen. El arte es bienestar. Un bálsamo ante las preocupaciones.

Un disparador para la reflexión. Todo eso debe conjugarse y ser tenido en cuenta a la hora de organizar un evento. No es solo disponer una fecha, poner unas tablas, cobrar dinero a los que participan y dejar que todo fluya. Debemos lograr que la cultura llegue a todos, que sea libre y que quienes exponen, ofrecen sus cosas, tengan el menor costo posible, para que a todos, el esfuerzo rinda de la mejor manera.

Cuando uno llega a un lugar y se siente en casa, respira un buen clima, ve sonrisas en los rostros que lo rodean, es que las cosas están bien encaminadas. Si por lo tanto, uno nota eso en un evento, podría decirse que está logrando diferenciarse.

Los centros culturales carecen de cualquier tipo de fomento disponible para ellos, pero se les demanda que cumplan con las mismas reglamentaciones que sitios netamente comerciales o que permanentemente mueven números masivos de público. ¿Cómo lo ves reflejado en tu municipio?

En las ciudades grandes, es común toparse con centros culturales en todos los barrios, e incluso, con varios en un radio determinado. Son espacios chicos, pero que tratan de ofrecer todo lo posible, ya sea un sitio para charlas, talleres e incluso, un escenario para actividades diversas.

En ciudades más chicas, los centros culturales escasean. Se convierten en tales, durante algunas horas, sitios como bares, clubes, comisiones barriales, tratando de suplir esa falla. Pero son intentos esporádicos. Y por supuesto, esos espacios, son pequeños, temporales, que no pueden competir ni cumplir con la demanda de espacios preparados para movilizar otro tipo de público y de disciplinas artísticas.

En nuestra ciudad, hay pocos lugares que puedan catalogarse como centro culturales. Se crean espacios, casi a machetazos. Falta una política que respalde la creación de los mismos, como así, espacios físicos para hacerlos realidad. Y claro, las reglamentaciones deberían ser acordes al alcance de los mismos.

En líneas generales, falta trabajar mucho en materia de cultura. No es solo hacer eventos, implica otras cosas. Y es importante atender esas necesidades. La cultura hace nuestra identidad al tiempo que nos educa. No darle esa magnitud representa un pecado social y político.