Noviembre 2021 | Page 11

CULTURA

El Dromedario

11'

Me dirigí la mañana siguiente al buzón a ver el perióodico. Saqué también una carta cerrada con un sello de cera rojo y un listón. Entré con los demás y la abrí, la leí en voz alta. Comenzaba con “Sé donde está la chica.” Decía cosas horribles, como que la tenía atada, sin comer, y pasando frío. “Está en el lugar que algunos aman, otros desprecian, un gran monumento les ayudará a encontrarla. Tienen tres días para encontrarla, si no lo hacen, la mataré. A menos que tengan algo valioso para darme. No acepto dinero. Buena suerte.” 

Fue escrita a máquina y tenía un perfume muy fuerte a tinta. La entregamos a la policía para que la investigaran pero dijeron que sería difícil ya que no podían identificar quién la había escrito. Un comisario ordenó que un grupo de búsqueda nos acompañara para ir a ese lugar. Por suerte, habíamos leído muchos libros sobre crímenes y sabíamos cómo descifrar la pista. Las opciones que teníamos eran: la torre de astronomía, el parque de atracciones y el museo de historia natural. El que  cuadraba más con las pistas era el parque de atracciones inhabilitado, razón por la cual pensamos que sería bueno ir primero hacia allá.  

Nos adentramos en el parque y nos dividimos en tríos para buscarla. Nadie la encontraba, la buscamos en las atracciones, en los baños, en las tiqueteras, en todo el parque. Finalmente, uno de los grupos gritó que la había encontrado en una atracción. Corrimos a su encuentro y la vimos, parecía muerta. Estaba desmayada. Su piel era helada y pálida. Tenía globos desinflados alrededor de su cuello. Cerca de ella, se encontraba el cuerpo de un hombre en descomposición, tenía algo clavado en el cráneo. Las enfermeras que nos acompañaron la desataron y  la llevaron a la ambulancia. Estábamos aliviados de haberla encontrado. Llegamos a urgencias y la llevaron para hospitalizarla. 

Todos los días, alguien distinto iba a leerle a la clínica. La chica escuchaba placenteramente. Nunca antes alguien le había leído, no tuvo familia que la consintiera

como lo hacían sus amigos de la biblioteca. Los niños decoraron la biblioteca y todos juntos hicimos pasteles y postres. Le queríamos dar una bienvenida que no fuera a olvidar. Cuando ella llegó, vino con sus globos y su maletín, como siempre. Entró y vió a todos esperándola con una pequeña fiesta. Comimos, cantamos y como siempre, ella leyó un párrafo de su libro favorito, Los cuatro cuartetos. Los niños estaban contentos de volver a ver a la chica de los globos.  

Las semanas pasaron y la chica de los globos volvía cada tarde a leer. Había algo en ella que había cambiado, parecía preocupada. No me atreví a preguntarle pero claramente ella no era la misma.