La jornada terminó entre abrazos, canciones y muchas ganas de seguir compartiendo momentos como este. No fue solo una actividad culinaria; fue una vivencia educativa integral, que dejó huella en los corazones de todos, porque más allá de las recetas y los sabores, lo que se cocinó ese día fue compañerismo, ilusión y el recuerdo de una infancia feliz.
En definitiva, fue un día redondo: lleno de aromas
dulces, manos pequeñas creando con pasión,
y una comunidad educativa unida por el amor a a
prender de forma viva y significativa.