Se puede ver la movilización de mujeres que exigían su derecho a la ciudadanía, sin cuestionar los otros papeles que se le asumian a las mismas. En el otro extremo, observamos mujeres que reclaman su ampliación en la vida pública, la defensa irrestricta del movimiento de los trabajadores y la consolidación de los principios de luchas comunistas.
En 1934, el voto femenino había sido reconocido por el gobierno de Getúlio Vargas. Ya en 1937, los ideales corporativistas del Estado Novo impidieron la expresión de movimientos de lucha y contestación de hombres y mujeres. En los años 1950, la redemocratización permitía la flexibilización de la exigencia que condicionaba el trabajo femenino a la autorización marital.
La revolución de las costumbres establecida en la década de 1960 abrió el camino para que el feminismo se convirtiera en un movimiento de mayor fuerza y combatividad.