34
Jesús Martínez
acabats, deixadesa, manca de manteniment, humitats cons-
tants, manca de ventilació, sostres amb biguetes de ciment alu-
minós…».
Recapitulando, dos malas notas, dos suspensos («desfavora-
ble») en un examen que ha de ser aprobado para evitar riesgo
de muertes innecesarias.
La diferencia entre la vida y la muerte la ve cada día Fran-
cisco Romero, que vive en el número 7 de Messina: grietas
que cruzan el comedor, de punta a punta, que suben por el
mueble empotrado, se pierden en un remolino de humedades
y cruzan la lámpara, se encierran en un cuartillo, desaparecen y
reaparecen como un Poltergeist, pero esta vez en la habitación
de sus chavales, que hoy es un trastero, grietas que cruzan la
pared y reaparecen en la habitación de Francisco, penetrando
en las fotos de su familia para, finalmente, dormir debajo de
un cuadro mal colgado.
La diferencia entre la muerte y la vida la oye cada noche
Francisco: «Muchas noches, oigo un crac crac, que es como si
los cimientos se reaposentaran, y no es ninguna broma».
No se atreve a hacer reformas.
No se atreve a poner el piso en venta, aunque algunos sí lo ha-
cen, callando la verdad: «Algunos de por aquí venden sus casas
por 110 000 euros o así, pero no dicen nada de la aluminosis».
Pillado al vuelo en la zona, anuncio: «Hermoso piso en ven-
ta de 61 m 2 muy bien distribuidos. Consta de un amplio y
luminoso salón comedor».
Francisco compró su piso por siete millones de pesetas, en
1995 (35 000 euros). Si se lo dejaran a ese precio de nuevo,
hoy no lo compraría («Al principio lo ves todo muy pulido,
pero luego van saliendo los agujeros»).
Hace poco, los bomberos se acercaron por desprendimien-
tos en la fachada (en su jerga: «se está descarnando el zuncho»).