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La educación del siglo XXI es muy compleja y exige comprensión, pero también límites. No se debe permitir que el alumno en la escuela haga lo que quiera, y aquí está muy comprometido el personal directivo que debería apoyar al docente en cuanto a la puesta de límites, ya sean llamados de atención, citación a los padres, o incluso, cambio de turno o de escuela, para educar en libertad, pero con compromiso y responsabilidad. La democracia no es ausencia de normas, sino todo lo contrario. No se puede convivir en libertad y armonía sin reglas claras. Cada vez más asistimos a clases donde los alumnos saben que hagan lo que hagan resultarán sin castigo, pues se entiende inclusión con permitir “cualquier cosa” inclusive faltas graves de respeto. El alumno no debe ser excluido del sistema educativo, pero debe saber que si actúa bien, tendrá su recompensa, aprendiendo y pasando de curso, y que si se comporta incorrectamente será sancionado como antes se expuso. Por supuesto debe ser escuchado y atendido en sus reclamos, cuando los haga con respeto y los fundamente.

La educación del este nuevo siglo, requiere aprender significativa y críticamente, para incorporar los conocimientos en forma duradera, progresiva y sabiendo su sentido, percibiéndolos como útiles y necesarios. Debe estimularse la creatividad, la participación, el respeto por el otro, y la solidaridad, necesarios para convivir en una sociedad democrática.

Se dice que la educación es el tesoro de una sociedad. Sin embargo, sólo unos pocos países en el mundo la consideran una prioridad. Dentro de ese pequeño grupo, Finlandia propicia un modelo educativo que ha contribuido muchísimo a la proyección de marca país.