(APe).- El gobierno dio una esto-
cada feroz a la simbología popular
de la historia argentina. En una re-
solución que se publicó en el boletín
oficial formalizó la entrega del Com-
plejo Turístico Chapadmalal que des-
de ahora será el Centro de Forma-
ción de Gendarmes. Y profundiza, en
un pase de manos, la filosofía repre-
siva que llevó a una muerte cada 21
horas por gatillo fácil.
No es una estructura arquitectó-
nica cualquiera la que se cedió al
universo securitario. Se entregó el
alma de lo que fue, a partir del pri-
mer peronismo, el «turismo social».
La consigna era «usted se paga el via-
je, el gobierno el hospedaje». En una
jugada que no se concretó en una
ciudad cualquiera. Fue en aquella
Mar del Plata que, hasta la década
del 30, había sido propiedad exclusi-
va de los dueños de la tierra, del mar,
de las vacas y de los campos de un
país en el que las élites privilegiadas
no compartían el ocio con las clases
trabajadoras.
Elisa Pastoriza describe en sus
múltiples estudios sobre el impacto
Chapadmalal en la historia argenti-
na, que antes de ese golpe de timón
del peronismo «grandes edificios con
salones de baile y juegos, muchas
habitaciones, con alas especiales
para alojar al personal de servicio y
tres o cuatro comedores, eran ocu-
pados por los ‘veraneantes’ durante
los meses estivales». No es casual el
nombre: José Luro, hijo de uno de los
pioneros de Mar del Plata, construyó
el Bristol Hotel en 1888 que fue el
gran acontecimiento social de la épo-
ca en una inauguración de la que
participaron Dardo Rocha, Carlos
Pellegrini, Máximo Paz, Emilio Bunge
y Bartolomé Mitre. Fue la Mar del Pla-
ta de la belle époque que miraba de
reojo a su servidumbre que sólo lle-
gaba a la ciudad de la mano de los
uniformes de domesticación.
El decreto 1740 del verano del 45
amplió el derecho a las vacaciones
pagas obligatorias y lanzó las colo-
nias de vacaciones en los complejos
de Chapadmalal, Embal-
se Río III y Mendoza, hizo
convenios con gobiernos
provinciales y hotelería
privada para alojar gra-
tuitamente a contingen-
tes de trabajadores. So-
bre todo, contingentes
infantiles. Y se dieron los
primeros pasos en la
hotelería sindical.
Pero Chapadmalal,
en particular, ha sido el
bautismo de mar para
generaciones enteras de
niñas y niños hijos de tra-
bajadores. Para 1954 –
escribe Pastoriza- «el
Hotel Infantil albergaba
aproximadamente en for-
ma anual unos 4000 ni-
ños entre 6 a 12 años, en
su mayoría provenientes
del interior del país en-
viados
por la Fundación
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Eva Perón y la Dirección Nacional de Asis-
tencia Social dependiente del Ministerio
de Trabajo y Previsión. El Hotel N° 5 estu-
vo reservado a la Unión de Estudiantes
Secundarios (UES) de Buenos Aires, tanto
las ramas masculinas y femeninas que
periódicamente hospedaban a unos 400
jóvenes».
No fue una estocada cualquiera. En el
siglo XIX, la estancia Chapadmalal perte-
necía a Miguel Martínez de Hoz, uno de
los herederos de aquella oligarquía que
marcó destinos y estragos en la historia
argentina.